La tipografía es la base del diseño de libros y, en general, de cualquier producto que todavía descanse sobre la palabra escrita. La mancha del texto se compone de las letras y palabras creadas visualmente con la tipografía. La tipografía es, por lo tanto, la interfaz por medio de la cual el lector accede a la palabra; es la sustancia visible de la escritura.
La selección de la tipografía, en el proceso de diseño de un libro, es crucial: es simultáneamente forma y contenido; la letra es en sí misma una figura y un signo. La figura se valora como lo que es en última instancia: una imagen. Sus trazos pueden hacerla estéticamente bella o grotesca hasta el repudio. En sus trazos se pueden transmitir sensaciones ocultas y emotivas. Las letras pueden ser divertidas, elegantes, secas, monstruosas, retorcidas, oscuras, livianas o altivas.
Para mí, la tipografía conlleva una experiencia íntima y personal. No puedo acceder al texto sin ver la tipografía y, por lo tanto, desde el punto de vista formal, se me transforma en “la voz” del texto, por cuanto es la expresión material de la palabra escrita, de la misma manera que el sonido –el verbo– es la expresión material de la palabra hablada.
Esa voz adquiere su timbre, tono y modulación a través de los trazos, tamaños y espacios entre grafos y entre líneas. La combinación de estos detalles sutiles produce el conjunto que la mirada enfrenta en una página, aun cuando desconozca los nombres que los tipógrafos les han dado.
El lector tiende a concentrarse en la palabra, creyendo, en su consciencia, que no le pone atención alguna a la letra y, sin embargo, le resulta imposible disociar una de la otra porque está viéndola: solo ve la palabra desde su letra, no existe otra forma de hacerlo en el medio escrito.
El buen editor conoce esta verdad oculta y se aprovecha de ella. Durante una etapa del proceso, el énfasis del editor estará en el contenido, en la idea, incluso en la sonoridad del texto; es decir, en el signo sonoro de la palabra. Pero cuando de manufacturar libros se trata, la forma visual de la palabra se vuelve arte y su selección ha de ser cuidadosa y esmerada, porque en ese pequeño detalle se materializa, literalmente, el libro.
Muchísima razón tienen tus palabras.
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