miércoles, 3 de marzo de 2010

¿Qué es un audiolibro?

La palabra audiolibro (‘libro para ser escuchado’) pareciera lo suficientemente explícita como para adivinar, sin ambigüedades, su significado. Y, sin embargo, dada la múltiple oferta de productos similares bajo la misma etiqueta, la pregunta es válida: ¿qué es un audiolibro, estrictamente hablando?

Encontramos en el mercado editorial y en la internet al menos cuatro tipos de obras creadas, diseñadas y vendidas o distribuidas bajo la categoría de «audiolibro»: a) los textos íntegros leídos por uno o varios lectores humanos, con pocos o ningún efecto sonoro; b) los textos abreviadas leídos por un lector humano; c) las dramatizaciones de una obra, realizadas por un grupo de actores de voz, con sus respectivos efectos sonoros; d) Conferencias o lo que en inglés se llama lectures dictadas por el autor. Se puede añadir una quinta categoría: las lecturas íntegras o abreviadas de una obra por parte de una voz digitalizada y generada por computadora. Estas últimas no suelen encontrarse en las tiendas, sino en las redes P2P y en algunos sitios para compartir archivos. De mi parte, no incluyo en la categoría de audiolibros los podcast o las clases grabadas, especialmente debido a que tiendas como la Apple Store tienen secciones especiales, como la Apple University en donde no se tiene la expectativa de acceder «audiolibros» sino clases magistrales.

Los que sí son «audiolibros»

Tal vez me adelanto e impongo mi criterio; pero, para mí, las lecturas íntegras de una obra, sin dramatizaciones ni abreviaciones, son los únicos de los diversos tipos de obras realizadas para ser escuchadas que sí pueden denominarse, por derecho propio, audiolibros. Los demás son productos derivados, obras conexas, adaptaciones, pero no son el libro mismo en otro formato o medio.

Lo que vemos en este tipo de adaptación es el traspaso de un medio a otro: los signos alfabéticos se convierten en signos sonoros verbales, pero la obra conserva su integridad textual. Sería absurdo no admitir que existe una interpretación: la realización vocal de los signos gráficos es, en sí misma, una transformación del texto (exactamente igual que ocurre con una partitura musical). Sin embargo, mientras el texto se siga y la interpretación reúna ciertas características, la voz se percibe como realizadora y no como invasora o traidora del texto.

[Desde luego este crierio no se aplicaría a obras que tengan contenidos visuales o gráficos complejos (fotografías, esquemas, diagramas, tablas…, como lo serían las obras didácticas), los cuales, por su propia naturaleza, serían intransmisibles al formato auditivo sin una adaptación sustancial (es decir, convertir una fotografía en una descripción, por ejemplo)].

Un lector que escuche el texto íntegro de una obra por esta vía habrá leído la obra completa, aunque en lugar del sentido de la vista haya empleado el sentido del oído.


Los que no deberían llamarse «audiolibros»

Los otros ejemplos mencionados, si bien a menudo se encuentran sin distinción bajo esta categoría, no son, desde el punto de vista de esta lectora, audiolibros por muchas razones.

Los resúmenes de obras, por ejemplo, son lecturas fragmentadas e incompletas, en cualquier medio que se distribuyan. Pienso en las versiones juveniles de las novelas clásicas de viajes o aventuras, como las obras de Julio Verne o Emilio Salgari, o de las obras para adolescentes, como las Mujercitas de Louise May Alcott. Las versiones abreviadas de estas novelas son una vergüenza. Recuerdo claramente una edición juvenil de alguna de tantas en las que fui incapaz de entender la historia porque me faltaban acontecimientos e incluso personajes. De igual manera, un audiolibro abreviado no es un sustituto del libro impreso, porque parte de la obra está quedando fuera del alcance del lector.

Las obras dramatizadas, por su misma naturaleza, deben concentrarse necesariamente en los diálogos; reducen las descripciones al mínimo y eliminan todo cuanto no pueda ser «mostrado» de una u otra manera (así sea con «imágenes» sonoras). Por lo tanto, son tampoco obras abreviadas. Estas tienen un factor adicional: el grado de interpretación y adaptación es todavía mayor que en una lectura más o menos plana. Cada personaje debe tener una voz propia, cada actor imprime su versión del texto que va más allá de leer en voz alta: personifica.

Las conferencias son curiosidades, interesantes maneras de conocer el pensamiento de los autores o autoridades en algún tema y, sin duda, entretenidos productos para pasar las horas, pero ciertamente no son audiolibros: son, como su nombre lo indica, conferencias.

En cuanto a los textos interpretados por una voz computadorizada, llamarles audiolibros sabiendo que son generados automáticamente por una aplicación es casi ofensivo para el serio trabajo de realización que requiere cualquiera de las demás alternativas. En cuanto a la comodidad del lector, todo depende de quien escuche. Yo, en lo personal, no los tolero. Pero hay muchas personas entrenadas para sentirse cómodas con estas versiones, y hasta más cómodas que con las lecturas realizadas por humanos torpes y monótonos. Así que, en este caso, es cuestión de gustos y costumbres.


¿Y de qué sirve esta distinción?

Esta reflexión, espero, es útil para usted, lector real o potencial de obras en su formato hablado o leído. Ahora ya podrá acercarse a los muchos repositorios o tiendas de audiolibros con algunos elementos adicionales de juicio para elegir la obra que realmente quiere leer, según sus necesidades y preferencias (si es que no había llegado ya, por su propia experiencia, a estas conclusiones).

También, sin duda, es una distinción válida para los realizadores de audiolibros. ¿Cuáles obras prefieren los lectores? Esa es una pregunta de proporciones mayores, porque requiere de estudios de mercado, comparación de estadísticas de venta, distinciones por edad y sexo, lectura de los comentarios de los compradores (un paseo por los comentarios en Audible es muy revelador) y, sobre todo, mucha capacidad de observación. Es a partir de estos estudios, todavía pendientes para el gran público, que se puede transformar o modificar el mercado de venta y distribución de obras en formato audiolibro.

1 comentario:

  1. Gracias por tu comentario, Eduardo. Hace algún tiempo anduve por ahí y, de hecho, casi me compro un libro. Todavía es una librería pequeña en su oferta, si la comparamos con Audible u otras librerías de audiolibros en inglés, pero ciertamente es una gran alternativa para nosotros, hispanohablantes.

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