Hay aspectos de la escritura más difíciles de explicar y corregir que otros. Uno de ellos es la selección de la grafía más adecuada y correcta para las oraciones parentéticas. Una oración parentética es aquella se intercala dentro de una oración mayor, introduciendo una aclaración o una digresión. Se puede escribir de tres maneras distintas: entre comas, entre rayas o entre paréntesis, según el grado de divergencia que tenga en su relación con la oración principal.
Hay algunas reglas de uso, claro está, pero su formulación gramatical resulta limitada. Roberto Zavala la enuncia de esta manera: la raya se utiliza «Cuando se interrumpe momentáneamente un enunciado para intercalar una frase aclaratoria cuyo sentido no se aparta mucho de la oración principal» (1995: 307).
El Diccionario panhispánico de dudas amplía un poco más: «Los incisos entre rayas suponen un aislamiento mayor con respecto al texto en el que se insertan que los que se escriben entre comas, pero menor que los que se escriben entre paréntesis» (2005: «raya», 2.1).
Sin embargo, cuando estamos en medio de un proceso creativo, redactando, ordenando ideas, creando un texto (o bien, durante un proceso de edición, un vivo ejemplo de lectura activa), las reglas no deben ser un conjunto normativo cerrado e inamovible que repetimos de memoria. Las reglas son un impulso interiorizado, vivo y pertenecen al orden de la expresión de las ideas a través de la lengua escrita como forma.
Desde ahí, ¿cómo se aplica la norma? El arte de escribir radica en sentir, desde la médula, la sutileza del lenguaje. Así, la decisión creativa de elegir (o dejar pasar) las comas, las rayas o los paréntesis para las oraciones parentéticas depende enteramente de la percepción subjetiva que autor o editor tienen del grado de interrupción del discurso.
La raya en un diálogo nos muestra dos reinos de enunciación distintos: la enunciación del personaje que habla y la enunciación de la voz que narra al personaje. Esto nos da una pista, un indicio: la oración parentética es una interrupción del pensamiento, una divagación, una divergencia, una flecha que dirige hacia otro lugar.
Si es apenas una breve explicación, va entre comas. En cambio, si es una interrupción del argumento, si es una ironía, si es una llamada de atención, si es la voz del narrador volviéndose hacia el lector e interpelándolo directamente (del modo que lo hace el pintor de las meninas de Velázquez), entonces la raya será una excelente opción.
Y si se trata de un susurro, de una anotación al margen, de una palabra silenciosa pero que debe hacerse visible, según lo que sienta el escritor que deba decir, el paréntesis o el corchete pueden ser su elección. El paréntesis es también el lugar reservado para esa información obligatoria pero extradiscursiva, como las referencias.
Una oración explicativa que no divaga ni se aleja de la oración principal, para colmos corta, si se escribe entre guiones, no hace más que interrumpir innecesariamente la lectura, convertirse en piedra de tropiezo. En cambio, unos guiones correctamente empleados llevan a lector a donde debe llegar, lo orientan, le ayudan a interpretar la oración. Sabe que si los elimina por un momento, podrá ver la oración original; luego, mentalmente, vuelve a yuxtaponer ambos enunciados paralelos y es capaz de escuchar el susurro del texto, la voz del otro que se encierra entre las rayas y le dice, por un instante: «piense también en esto, que usted no sabe pero que tal vez adivina…».
sábado, 20 de marzo de 2010
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muy bueno, gusté del comentario.
ResponderEliminarenhorabuena
¡Muchas gracias!
ResponderEliminar¡Muy buena la explicación! Y la idea de que la escritura no es una fórmula*
ResponderEliminarexcelente, gracias.
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