domingo, 31 de enero de 2010

Usos ortotipográficos de las versalitas

Hace unos días hablamos en este blog sobre las versales y versalitas. Si para muchas personas las versalitas eran un concepto nuevo o desconocido, se abre ahora la pregunta: ¿para qué sirven?

Como ya habíamos adelantado en el artículo anterior, casi solo son conocidas por quienes pertenecen a la industria editorial. Sin embargo, decir esto es también decir lo contrario: si gran cantidad de editoriales han implementado las versalitas en sus ediciones, los lectores habrán topado con ellas en cientos de miles de páginas, tal vez sin haberlas reconocido, pero ahí están.

Para este artículo hemos consultado dos obras escritas por editores para editores (y de consulta indispensable para quienes se hayan en este campo): el Manual de estilo de la lengua española, de José Martínez de Sousa (en su tercera edición del 2007), también conocido como MELE 3, y El libro y sus orillas, de Roberto Zavala Ruiz (también en su tercera edición del 2008). El primero de estos manuales lo escribe un editor español; el otro, uno mexicano. No obstante, en lo que respecta a las versalitas, ambos coinciden en algunas de sus recomendaciones.

Zavala, más que proponer, describe once usos para las versalitas que, desde su experiencia, ha identificado como una tendencia en gran cantidad de editoriales. Algunos de estos son también recomendados por el MELE 3. La razón por la que no incluimos aquí ninguna fuente de la Real Academia Española (RAE) es porque esta todavía no se había pronunciado al respecto en sus obras anteriores (aunque tenemos la esperanza de ver normas ortotipográficas en la nueva gramática publicada el pasado diciembre y en la nueva ortografía por venir).

Se reseña a continuación una mezcla de las recomendaciones de Zavala y Martínez de Sousa. Para los lectores interesados en conocer la fuente, al lado de cada uso se señala bajo el siguiente código: MELE 3 o ELSO 3, es decir, El libro y sus orillas.

  1. Destacar partes de un texto, particularmente para valorarlo desde el punto de vista de la presentación estética. (MELE 3).
  2. Numeración romana de siglos y milenios. Esto cumple con el objetivo estético de «aligerar la plana» y hacer más equilibrada la irrupción de estos signos dentro del texto. (MELE 3, ELSO 3).
  3. Numeración de libros, cantos, odas y partes semejantes. En el texto, estas son palabras que deben escribirse con minúscula inicial; en consecuencia, la versalita ayuda a equilibrar el tamaño de ambos elementos tipográficos. (MELE 3).
  4. Firmas, epígrafes, lemas, versos, documentos en recuadro que ilustran un tema y textos semejantes. (ELSO 3).
  5. En algunas editoriales, firmas de prólogos, presentaciones, introducciones y demás, cuando no son del autor del libro; puesto que, en ese caso, se dejan las iniciales del autor, en versales. (ELSO 3).
  6. En leyes, decretos y textos semejantes, la palabra artículo se escribe en versalita, ya sea que aparezca completa o abreviada. En ocasiones la inicial se deja en mayúscula. (ELSO 3).
  7. En títulos de obras que se citan a sí mismas (algo muy frecuente en publicaciones periódicas). (ELSO 3).
  8. En obras de teatro, los nombres de los personajes. (ELSO 3).
  9. En diálogos, cuando el nombre sustituye al signo a la raya o guion largo. (ELSO 3).
  10. En cornisas o encabezados (header), titulillos y signaturas. (ELSO 3).
  11. En subtítulos. (ELSO 3).
  12. En siglas. Esta es una recomendación que cada vez más se aproxima a un uso normativo. La principal justificación para su uso es, como dice Martínez de Sousa, porque «de lo contrario, establecida su grafía con mayúsculas, resaltarían excesiva y antiestéticamente en el texto de la página sin necesidad ni justificación». (MELE 3, ELSO 3).
  13. En aquellos casos en que en el manuscrito se hayan empleado mayúsculas para ciertas palabras. Esta tendencia, sin embargo, va desapareciendo en favor de un uso especializado de la cursiva para este tipo de destacado. (ELSO 3).
  14. En algunas editoriales, los nombres y apellidos de los autores en las bibliografías y, más recientemente, en las notas. (ELSO 3).
  15. En diccionarios, glosarios y obras lexicográficas, en las remisiones a otro artículo. Esto lo menciona Martínez de Sousa en su Diccionario de lexicografía, pero no lo incluyó en su reseña del MELE 3. En los diccionarios, especialmente los que se especializan en un tema específico, encontramos a menudo lo que aquí hemos llamado remisión: un artículo que nos remite a leer otro artículo dentro de la misma obra. Así, por ejemplo, puede ser que en un diccionario de filosofía, en el artículo sobre ciencia, nos remitan también al de epistemología y al de técnica. Esas palabras, si así se ha elegido, se escriben con versalita para indicarles a los lectores que pueden buscar esos artículos dentro del mismo diccionario.
Hay algunos profesionales de la edición que se oponen vehementemente al uso de las versalitas. Personalmente, las encuentro elegantes y hermosas, afinan la expresión gráfica de los textos y contribuyen a obtener entramados tipográficos más equilibrados y bellos para la lectura. Ahí donde la versal se convierte en un parche, una interrupción del renglón, una mancha en la página, la versalita viene al rescate como un trazo fino y discreto que, sin embargo, introduce un signo de diferenciación para enviarle un mensaje al lector; un mensaje que, si se sabe decodificar correctamente, se convierte en un signo sutil al servicio de la comunicación.

Una nota para correctores: en el proceso de revisión de originales y pruebas, la versalita se indica con doble subrayado. Martínez de Sousa ofrece un signo alternativo que bien puede utilizarse cuando hacemos un trabajo para un desconocedor de los signos de corrección: se encierra la palabra en un círculo, se le pone una flecha y se escribe la abreviatura «vers.».

P. D.: ¿Por qué en este blog no usamos versalitas? La respuesta es tonta, pero sencilla: ignorancia tecnológica; todavía no sé cómo ponerlas en blogger...

viernes, 29 de enero de 2010

El iPad: un e-reader de ensueño

El pasado miércoles 27 de enero, Apple presentó al mundo su nuevo iPad. Para la gran mayoría de las personas, fue una sorpresa que se filtró en las noticias de las grandes cadenas. Para la comunidad de seguidores de Apple y las nuevas tecnologías, fue el final de una espera de varios años, llena de especulaciones, pequeñas pistas, información filtrada y, sobre todo, muchos deseos de ver la nueva y ultrasecreta creación de Apple.

Muchos han calificado el nuevo iPad de «iPhone gigante» o «iPhone con esteroides», no sin algo de razón, porque sigue los mismos principios y diseño de su primo mayor (en edad). Hay quejas debido a la ausencia de una cámara integrada de video, el soporte para animaciones flash, a la carencia de capacidad multitasking o correr varios programas al mismo tiempo y, en mi caso, el tamaño de la memoria integrada (por mi experiencia con mi lector mp3, 16 a 32 gigas apenas alcanzan para lo indispensable). Hasta ahí los inconvenientes; porque en el resto de su propuesta, este producto es broche de oro para cerrar esta primera década del siglo XXI.

El iPad es el primer e-reader (lector de libros electrónicos) que cumple con todos los requisitos que, en mi opinión, tendrían el potencial para hacer un cambio masivo hacia la lectura de libros en dispositivos electrónicos, de la misma manera que el iPod cambió la manera de escuchar música, años atrás.

En un artículo sobre el tema de los libros electrónicos, que escribí un par de años atrás, luego de hacer una extensa revisión de todos los dispositivos disponibles en ese momento (Sony Reader, Kindle, iLiad, etc.), llegaba a la conclusión de que ninguno de ellos tenía la capacidad de revolucionar la experiencia de lectura con la suficiente potencia para rediseñar el mercado editorial. ¿Por qué me atrevía a hacer esta afirmación? Mi lógica es sencilla: la experiencia de lectura es la clave. Mientras leer un libro de papel sea, en todos los sentidos, una experiencia más cómoda, práctica, divertida y barata que leerlo en formato electrónico, no habrá manera de reemplazar el códice de papel como tecnología por excelencia del libro.

Los e-reader que nos ha proporcionado la industria hasta el momento, aun cuando han logrado encantar a sus privilegiados compradores, tenían problemas desde el punto de vista de la experiencia de lectura. Quizá los más evidentes eran el color y la salida visual: todo en blanco y negro, con un diseño que podía ir de lo paupérrimo a lo medianamente agradable, con opciones limitadas para la selección de tipografías y cambio de tamaño, con pocas o ninguna fotografía..., en fin, una serie de detalles que hacían abismal la diferencia entre un e-reader y un libro.

En relación con la tecnología en sí, había todavía detalles sin resolver: la babel de formatos, la incapacidad para mostrar archivos PDF en tamaño completo (dada la gran cantidad de libros en PDF que circulan en tamaños carta y A4), la navegación e interfaz del propio aparato (desde botones, como el Kindle, hasta pantallas parcialmente táctiles que solo respondían a un «lapicero» especial). Cualquier operación de lectura requería de varios pasos para acciones que en el libro de papel son automáticas, como darle la vuelta al libro (para ver una fotografía horizontal, por ejemplo) o, lo principal en la lectura de libros, pasar la página.

Otro inconveniente, a mi parecer, de los e-reader de esa primera generación (como podríamos llamarlos ahora) es el costo versus las capacidades del aparato. El precio mínimo que debe pagar el consumidor por un lector de estos es de $300 y puede alcanzar los $700, para un aparato con almacenamiento limitado, procesadores matemáticos lentos y, sobre todo, su única funcionalidad: leer libros. Un e-reader no puede hacer nada más que eso. Esto obliga al lector a llevar en su mochila un kit que, al final de cuentas, sale caro, es incómodo y hasta pesado para su espalda: una agenda electrónica (como el Palm), un lector mp3, una notebook y un e-reader. El iPad tiene el potencial para reemplazar a los cuatro; esta sustitución será inminente cuando, en algunos años, la memoria interna y la conectividad de puertos sea mejorada y llevada un paso más lejos.

Así, el iPad finalmente hace aquello que lectores empedernidos y usuarios de nuevas tecnologías, como yo, hemos soñado en un e-reader: un producto capaz de resolver todas nuestras necesidades de uso cuando estamos fuera de casa y lejos de nuestra computadora principal, y, al mismo tiempo, proporcionar una experiencia de lectura que sí pueda competir con la deliciosa sensación de leer un libro.

Así, el iPad, además de tener la interfaz de lectura de libros electrónicos más rica, elegante y estéticamente bien resuelta que se ha sacado al mercado hasta ahora, permite navegar en internet, escuchar música, ver películas, administrar agendas, correr cualquier aplicación de las varias decenas de miles ya disponibles en la tienda de Apple y, una de mis favoritas, tomar notas y escribir documentos de texto con un teclado virtual casi de tamaño real. ¿No es un sueño hecho realidad? Y si esto fuera poco, el iPad me permite entretenerme de muchas maneras: cientos de miles de juegos; aplicaciones para dibujar, literalmente, con los dedos y cualquier otra funcionalidad que algún programador haya querido añadirle al aparato por la vía de la creatividad informática.

En resumen, este es el nuevo gadget de mi lista de deseos y, por primera vez en este siglo, el primero con la capacidad de transformar la experiencia cotidiana de lectura y, con ella, la industria editorial completa.

Versales y versalitas

El nombre mayúscula es fácilmente reconocible por cualquier persona alfabetizada. Nos lo enseñan en la escuela, cuando aprendemos a escribir trazos en minúsculas y mayúsculas. Y esa es la última formación académica que tenemos al respecto de las variantes gráficas de nuestro alfabeto. No más nomenclaturas, hasta que entramos al mundo editorial (o al procesador de texto) y encontramos versales y versalitas.

Y aún cuando ya el nombre versalita ha comenzado a difundirse (correctamente utilizado en OpenOffice; incorrectamente, en Word), hay quienes no saben la definición de alguna y la diferencia entre ambas.

La versal es otro nombre para nuestra consabida mayúscula. Su nombre, aclara José Martínez de Sousa en si Diccionario de bibliología y ciencias afines, «deriva de la mayúscula con que antiguamente se iniciaba cada uno de los versos de una poesía, aunque ortográficamente no le correspondiera».

La versalita es una letra con el trazo de la mayúscula pero cuya altura es equivalente a la de una letra minúscula; o dicho de manera sencilla, es una «mayúscula pequeñita». Si bien esta es su definición más precisa, los tipógrafos deben diseñarlas con base en su efecto óptico; por lo tanto, su tamaño no será nunca milimétricamente idéntico al de una versal.

Programas de diseño de libros, como Adobe InDesign y Scribus (de código abierto y gratuito), incluso permiten modificar el porcentaje de reducción de la versal para producir el efecto de versalita. Los procesadores de texto, como Microsoft Word y OpenOffice no tienen esta función. José Martínez de Sousa aclara, en su Manual de la Lengua Española, tercera edición, que la versalita obtenida por medio de la reducción porcentual de la letra versal es conocida bajo la denominación de seudoversalita o versalita falsa, «ya que la versalita verdadera es de trazo independiente y mantiene el grosor de sus astas sensiblemente igual que el de la mayúscula correspondiente» (2007: 206).

Cuando la versalita tiene, métricamente, la misma altura que la minúscula, se produce un efecto óptico de «encogimiento», como si fuese más pequeña. Es lo que ocurre con la versalita (o seudoversalita) del OpenOffice. Las funciones del InDesign y el Scribus ayudan a compensar este problema.

Un auténtico diseñador de tipografías va más lejos: diseña los trazos de la minúscula para equilibrar las distancias y angulaciones de las letras de manera tal que se garantice la legibilidad del trazo versal en su altura de versalita.

Una vez resuelto el concepto, queda otra pregunta: ¿cómo se aplican las versalitas en el procesador de texto? Este es un detalle del que nadie habla, se da por un hecho que el usuario podrá descubrirlo por sí mismo, una vez que ha identificado la casilla de «versalita» y la ha activado: la palabra debe estar escrita en minúscula para que la función de versalita surta efecto. Por lo tanto, si se quiere escribir «siglo XX» y poner el «XX» en versalita, es indispensable escribir dos «xx» minúsculas y, después, activar la función tipográfica de «versalita». Así será visible la «mayúscula pequeñita» dentro de nuestro texto.

Viudas y huérfanas

Las viudas y huérfanas son fenómenos tipográficos que se encuentran en un punto en medio de la tipografía (el texto) y su presentación (el diseño gráfico). Pertenecen al lenguaje especializado de los profesionales del libro y, entre estos, aquellos que específicamente trabajan en la industria editorial. El trabajo de editores, correctores e incluso diseñadores es perseguir las líneas viudas y huérfanas dondequiera que aparezcan en las versiones diagramadas o maquetadas, casi listas para su viaje a la imprenta.

El público general las ha llegado a conocer como una casilla que se activa en alguna pestaña de los procesadores de texto y, sin embargo, desconocen su significado o, peor aún, continuamente los confunden: ¿cuál era la viuda y cuál la huérfana?

La respuesta es bastante sencilla: la viuda es la última línea de un párrafo que se ha fugado hasta la siguiente página o columna. La huérfana, en cambio, es la primera línea de un párrafo que se ha quedado rezagada en la página o columna anterior. Recordar cuál es cuál será, siempre, un ejercicio de memoria.

Jorge de Buen añade, en su Manual de diseño editorial: “Línea viuda es el renglón corto que queda al principio de una columna, pues se dice que ‘tiene pasado, pero no tiene futuro’; huérfana es la primera línea de un párrafo que queda al final de la columna, pues se dice que ‘tiene futuro, pero no tiene pasado’” (2000: 190).

Hay quienes aplican el concepto a la escala de la palabra: una viuda sería la última sílaba de una palabra que ha quedado sola y abandonada en el renglón siguiente; mientras la huérfana es la primera sílaba de una palabra que se ha quedado perdida al final de un renglón cuando el resto de la palabra ha bajado al renglón siguiente.

Cualquiera de las dos, viudas o huérfanas, quedan aisladas, afean la página, desequilibran la composición y son una mancha en la lectura. Una hermosa página que comienza con una viuda –y para colmo de males, corta– es una página que pierde toda su belleza: comienza con una idea inconclusa, proveniente no sabemos de dónde. Salta a la vista y, si somos un lector que tan solo está hojeando para encontrar una página que nos enganche, esta nos obliga a desviar la mirada y, distraídos con tratar de averiguar de dónde proviene esa palabra o pequeña frase suelta, sin apoyo, en el aire, perdemos el interés por dejarnos enganchar por la página que nos había interesado en primer lugar.

Una línea huérfana, por igual, es un mal cierre en una página que podría haber estado completa y un inicio lejano, en otro lugar, en una página que debió haber iniciado completa... Estéticamente, una vez que nos hemos acostumbrado a identificarlas, son manchas y desequilibros. Desde el punto de vista de la lectura, son interrupciones y zancadillas. De cualquiera de las dos maneras, son errores que merecen arreglarse.

Una advertencia, si usted es un usuario de un procesador de textos o de un programa de maquetación y activa esta función automática, nunca tendrá páginas con idéntico tamaño de caja tipográfica. Con el fin de evitar las viudas y las huérfanas, el programa ajustará los párrafos de manera que un renglón nunca quede abandonado al final (huérfana) o inicio (viuda) de una página.

¿Cómo –se preguntan, muchos– se arreglan estos problemas para lograr esas ediciones bien cuidadas, impecables, que no destacan por interrumpir nuestra mirada sino por hacerla discurrir en un río equilibrado y perfectamente simétrico entre la caja tipográfica de la página izquierda y la derecha?

El truco está en el detalle y la precisión, algo para lo que los procesadores de texto no han sido programados: la manipulación de los espacios mínimos, de las distancias entre letra y letra, entre palabra y palabra. Este es un trabajo minucioso, obsesivo, de paciencia y gusto por la perfección. No siempre se hace, desde luego; solo las editoriales que conocen la diferencia entre la calidad y el comercio, y pueden dedicar el tiempo para las múltiples revisiones necesarias para esta depuración gráfica de la minucia. No hacerlo demuestra ignorancia, irresponsabilidad o premura. Hacerlo proyecta profesionalismo y compromiso con el lector, no con la facturación.


Referencias bibliográficas

De Buen, Jorge. (2000). Manual de diseño editorial. México: Santillana.
Martin, Douglas. (1989). Book Design: A Practical Introduction. New York: Van Nostrand Reinhold.
Martínez de Sousa, José. (1993). Diccionario de bibliología y ciencias afines. Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez.
Martínez de Sousa, José. (1994). Manual de edición y autoedición. Madrid: Pirámide.

(Nota: este artículo fue actualizado el 3 de febrero de 2010, para añadir las referencias bibliográficas y la definición de Jorge de Buen).

lunes, 25 de enero de 2010

Software para la escritura técnica en Windows

Una querida amiga, lectora de este blog, me ha hecho una pregunta muy válida: «Y quienes usamos Windows, ¿qué hacemos?».

La principal razón por la que todos los programas revisados en este blog han sido, hasta ahora, aplicaciones de la plataforma Macintosh no es casual. Estos artículos son el resultado de muchos meses de investigación, de prueba de programas, de búsqueda de aquellos que cumplen, simultáneamente, varias condiciones: eficacia, versatilidad, multifuncionalidad, interacción con otros programas, sencillez de uso (la posibilidad de aprender a utilizarlos con una curva de aprendizaje mínima, casi intuitiva), interfaz eficiente pero elegante...

La búsqueda de las herramientas informáticas del escritor, de hecho, comenzó meses atrás desde una computadora PC con sistema operativo Windows, justamente con una de las aplicaciones que existen para esa plataforma. Prosiguió en la misma computadora PC (tras su colapso a manos de los virus) pero con sistema operativo Linux (específicamente, Ubuntu). Después de utilizar y comparar ambos sistemas operativos y las aplicaciones disponibles (de pago y libres), y finalmente prosiguió en una Mac.

Ahora bien, la diferencia entre Windows y Macintosh es de cantidad y de calidad. La cantidad está a favor de Windows. En los siguientes vínculos se puede encontrar, en suma, más o menos una treintena de programas distintos especializados en la escritura creativa (algunos más orientados hacia la novela, otros hacia el guion; ninguno hacia la escritura técnica):

http://www.literatureandlatte.com/links.html
http://www.escritores.org/index.php/recursos-para-escritores/software-para-escritores
http://www.writers-publish.com/book-writing-software.html

Personalmente he visitado las páginas web de buena parte de ellos e instalado y probado cerca de la mitad.

El dictamen final: la calidad, está a favor de Mac. Todavía ni uno solo de los programas existentes para Windows me ha parecido equivalente a Scrivener, el aquí recomendado; incluso Ulysses y el Storyist, ambos de Mac, son superiores y excelentes alternativas. Desde luego, esta es una decisión que cada escritor o usuario debe tomar por sí mismo, y requiere de mucha paciencia y de probar, una a una todas las herramientas.

En cuanto a las herramientas para la administración de bibliografías en Windows, hay un programa en particular que se acerca a Sente, que ya revisamos en artículos anteriores. Su nombre es Endnote y existe tanto para Mac como para Windows. Algo más sobre el programa puede leerse también en esta dirección: http://librosytutoriales.blogspot.com/2009/04/manejo-de-referencias-bibliograficas.html.

El Endnote mucho más difícil de usar, sobre todo al principio, y desde luego tiene un manejo muy distinto desde la interfaz y la lógica de uso. Sin embargo, al igual que Sente, se integra plenamente con el Microsoft Word, genera bibliografías automáticamente y administra los artículos en formato PDF. Esto, desde luego, partiendo de la premisa de que no tendremos otra opción que escribir un libro o artículo en Word, a pesar de sus deficiencias para la escritura técnica y creativa de obras complejas.

¿Cuánto se asemeja, alcanza o supera al Sente? Todavía no lo sé, porque apenas lo tengo a prueba; lo que sí he visto son los testimonios de otros usuarios cuya preferencia se ha inclinado, al final, por el Sente, aun después de haber utilizado Endnote.

Ahora bien, el Sente es un programa relativamente costoso para la media de aplicaciones personales ($129.25 para usuarios normales; $89.95 con descuento académico y otros descuentos por volumen); pero el Endnote lo supera con creces: $249.95, el precio pleno, para descarga; si se quiere ordenar con su caja y discos cuesta $299. Ofrecen descuentos por volumen, pero hay que solicitar la información directamente; no aparece en su página web.

La decisión final, desde luego, es del usuario. Si un escritor académico está determinado a seguir utilizando su computadora PC, con Windows y Word, su mejor alternativa es Endnote. En cambio, si ha tomado la decisión de hacer un cambio radical en su entorno digital, aumentar su productividad y sacar provecho de las aplicaciones Mac, lamentablemente la respuesta a la pregunta de «¿qué hacen los usuarios de Windows?» es muy sencilla: cómprese una Mac (o, cuando menos, instale un emulador virtual del sistema operativo Macintosh), y únase a quienes han descubierto que Mac no es solamente una plataforma para diseñadores gráficos sino también para creadores de la palabra. (Esta impresionante cantidad de apasionados testimonios de uso de Scrivener es una prueba: http://www.literatureandlatte.com/testimonials.html).

domingo, 24 de enero de 2010

La creación y escritura de un texto académico en un entorno digital

El esfuerzo por tratar de lograr una estación de trabajo adecuada para la escritura científica o académica en un entorno Mac lo comparten otros investigadores que también deben lidiar con los mismos problemas, desde la investigación inicial hasta el formato de salida.

En este interesante artículo, «A Digital Academic Workflow», Kerry Magruder no solo menciona sus programas favoritos sino que establece la secuencia de trabajo en que los utiliza. Dado que el artículo está en inglés, me permitiré hacer un breve resumen de la propuesta de su workflow o flujo de trabajo para el escritor de obras académicas.

Recomienda el uso de DevonThink, para el proceso inicial de investigación y toma de notas; Scrivener, para las etapas generales de creación de la obra, organización de la información y escritura de los borradores integrales; Sente, para el manejo y administración de las referencias bibliográficas; Preview (herramienta integrada del sistema operativo de Mac) para la lectura de PDF; Skim, herramienta gratuita para la lectura de PDF y la toma de notas, y Pages, el procesador de textos ofrecido por Apple, como parte de su paquete de oficina iWork, para las etapas finales de últimas revisiones y formato del documento con vistas a su envío para publicación.

El proceso de escritura, tal y como lo concibe Magruder, en síntesis, tiene más o menos la siguiente secuencia:

  1. Se utiliza el DevonThink para organizar toda clase de documentos e información inicial que un investigador revisa cuando apenas está tratando de generar el estado de la cuestión, de familiarizarse con su campo o de la documentación e información que le será de utilidad. El programa permite organizar páginas web, PDF y documentos de texto, correos electrónicos y otra documentación pertinente; incluyendo un OCR para escanear documentos que se tienen solo en papel (hay que pasarlos a PDF primero). En DevonThink también se crea una carpeta con las fuentes, en donde se incluyan las citas y notas asociadas con el artículo en proceso. Se pueden crear subcarpetas o carpetas separadas, según las necesite el autor.
  2. Simultáneamente, se crea una base de datos específica en Sente para ir incorporando las referencias de los documentos más importantes que se localicen en DevonThink. Se crea también un hipervínculo de la carpeta de fuentes del DevonThink al Sente, de manera que se puede alternar entre ambos programas, aun cuando el Sente no esté abierto.
  3. Con el vínculo hecho, en Sente se ven los PDF del DevonThink. También se le puede indicar al Sente que utilice el Skim como lector PDF para utilizar las capacidades de toma de notas de esta aplicación, que ya hemos discutido en el artículo anterior. Si se utiliza la herramienta de toma de notas del Sente, que incluye toma de notas de textos y de imágenes, la información puede transferirse al DevonThink, conforme se vaya haciendo más compleja. Para pasar las notas y pasajes que valga la pena citar de Sente a DevonThink, basta con hacer «drag and drop» (jalar y soltar) de la nota deseada o de todas las notas a la vez, en la carpeta de fuentes del DevonThink.
  4. Durante esta etapa, se va de Sente a DevonThink y viceversa, tantas veces como sea necesario. El DevonThink permite tomar notas analíticas escribir resúmenes, destacar puntos centrales y mantener notas en fragmentos pequeños (mucho más manejable para los procesos posteriores; el Scrivener también funciona de esta manera).
  5. Para crear una cita en una nota que se llevará a Scrivener o Mellel, basta con usar el «drag and drop». Esto producirá una referencia entre corchetes que se verá más o menos como esto: {Aaboe, 1958, 5, 209-277}.
  6. En DevonThink se pueden poner cursivas y negritas, con el menú de estilos; y los caracteres de otras lenguas deben ponerse en Unicode. De todas maneras, el formato es mejor dejárselo a los programas especializados en formato de textos.
  7. Luego de seleccionar, reordenar, descartar y recuperar todas las notas que quiera en DevonThink, si ya se puede comenzar a escribir porque la idea es bastante más clara que al inicio, se procede a iniciar el borrador en Scrivener. Nos aclara el autor que también se pueden utilizar otros programas, pero que el elegante entorno de Scrivener es su favorito. Pasar las notas tomadas en DevonThink a Scrivener es muy sencillo: «drag and drop» y todo queda listo.
  8. Una vez en Scrivener, integrarlo a Sente es muy sencillo. Se puede ir de un programa a otro, de manera que en una cita escrita en Scrivener se coloca una referencia activa de la base de datos del Sente.
  9. Ya en el proceso activo de creación y redacción, el escritor podrá disfrutar de las poderosas capacidades del Scrivener para organizar y reorganizar, ver la estructura del proyecto, añadir notas y metadatos a cada subarchivo, dividir y mezclar, comparar a través de paneles múltiples y la escritura de pantalla completa.
  10. Una vez lista la escritura, se exporta el borrador final como .rtf. De ahí se puede pasar a cualquier procesador de texto, aunque el autor de este artículo prefiere Pages, que conserva las citas de Sente y DevonThink, así como las notas al pie y comentarios del Scrivener (estos últimos, el Mellel, otra buena alternativa para la escritura técnica, no los reconoce).
  11. Finalmente, con el último borrador listo, ya en el procesador de textos para darle formato, se le ordena al Sente hacer un escaneo del documento, con el cual revisará todas las referencias que fueron insertadas. Con esto generará la lista de referencias bibliográficas o bibliografía según el formato que haya sido elegido.
Así, desde el punto de vista de la escritura, el documento (libro o artículo) queda listo para ser remitido al editor. El resto del formato y la última revisión ya se hace en Pages, un programa especialmente adecuado para estas tareas; según sus usuarios, mucho más sencillo de usar y con resultados más elegantes que el Word.

Al igual que veíamos con las herramientas básicas del autor de escritura creativa, este paquete básico recomendado por Magruder es bastante cómodo. Aquí están los precios con descuentos educativos para instituciones y para individuos; hay precios todavía más bajos para la compra por volumen:

  • DevonThink Personal: $37.5 (el DevonThink Proffesional Office cuesta $112, con descuento educativo; tiene la función de OCR de documentos PDF; pero esta función también se consigue de manera gratuita con otras aplicaciones)
  • Scrivener: $34.95
  • Sente: $89.95
  • Preview and Skim: gratis
  • Pages: forma parte del paquete iWork, con un costo total de $79 y la ganancia adicional de un programa para presentaciones (mucho más poderoso que PowerPoint) y otro equivalente al Excel
Total: $241.4



Cómo escribir para la academia sin dolores bibliográficos

Ya hemos hablado en otras ocasiones sobre las ramas de la escritura técnica, particularmente de la escritura académica. La escritura académica se caracteriza por el vasto manejo de referencias bibliográficas que, en publicaciones largas, puede alcanzar varios cientos. Piénsese, por ejemplo, en la redacción de una tesis, un artículo científico o un libro de una rama especializada.

Para cada una de las publicaciones consultadas, es necesario incluir cierta información bibliográfica (típicamente, autor, año de publicación, título, editorial, edición, plaza de edición, etc.) que, para colmo de males, cumpla con un determinado formato bibliográfico.

Y si además de todo hemos escrito nuestra publicación original con un formato bibliográfico y, por azar o destino, debemos enviarlo a una revista o editorial que decide cambiárselo, tenemos que tomar cada una de nuestras referencias y, manualmente, implementar todos los minuciosos detalles de orden, ortotipografía y datos.

Eso, al menos, era antes.

En la actualidad, hay programas informáticos capaces de manejar nuestra biblioteca completa y de sincronizarla con los escritos académicos que tenemos en proceso.

En la plataforma Macintosh es posible encontrar dos alternativas muy buenas: Bookends y Sente. De estos dos, el más poderoso es Sente.

Sente tiene tantas funciones, que difícilmente podré cubrirlas todas en este breve artículo. Su página web tiene algunos videos y una lista completa de todo lo que el programa puede hacer.

Desde el punto de vista de un escritor de literatura científica, la primera belleza del programa es que se pueden añadir referencias de manera muy sencilla, una a una o desde una base de datos existente. Me falta comprobar si, como Bookends, puedo importar mi biblioteca completa realizada en Delicious Library (aplicación ya revisada en este blog). Así, el primer paso es crear una biblioteca personalizada, que puede incluir todas nuestras obras, tanto las que vamos a utilizar en una publicación dada como el resto de nuestra biblioteca personal, tanto la física como la digital.

Ahora bien, a diferencia de los programas para catalogar la biblioteca, Sente es una completa base de datos para administrar las referencias. Por lo tanto, va más allá de solamente incluir los datos de la obra (nombre, título, publicación, etc.), sino que además puede importar artículos y libros en PDF y tenerlos disponibles para su lectura desde el mismo programa.

Para aquellos investigadores que continuamente obtienen artículos de revistas académicas y bases de datos especializadas, como JSTOR y EBSCO, Sente es un sueño hecho realidad. Con aquellos sitios web con los que es compatible, permite añadir (¡con un solo clic!) tanto la referencia (toda la información bibliográfica) como el PDF, si está disponible, directamente a la biblioteca interna del programa.

Una vez que este PDF está en la biblioteca del Sente, tiene poderosas herramientas para tomar anotaciones. Pero no se imagine la vieja anotación que se hace en el PDF reader, de abrir un campo para escribir un comentario. ¡No! Si se selecciona un texto, la herramienta de notas automáticamente le asigna un título con las primeras palabras de la cita, extrae una copia de la cita textual y anota el número de página; además, por supuesto, le permite al investigador anotar su comentario personal. Es una manera rapidísima y sin dolor de coleccionar las citas relevantes que luego, si no he entendido mal, un programa como Mellel puede reconocer, importar e insertar en el artículo que estemos escribiendo, con todos sus metadatos bibliográficos listos para generar la bibliografía de nuestra publicación.

También es posible incluir PDF ya existentes en nuestra computadora; así, quienes tenemos sendas bibliotecas digitales, casi inservibles por estar escondidas carpeta, tras carpeta, tras carpeta, podemos importarla completa a Sente. El programa permite buscar las referencias de todos los documentos en Internet. Si no las encuentra al primer intento (con su criterio automático), tiene un buscador; y, si aún así no las encuentra, siempre se pueden incluir manualmente todos los metadatos necesarios.

Una vez armada la biblioteca, podemos utilizar el procesador de textos de nuestra preferencia. Sente es compatible con Word, Mellel, Nisus Writer, Pages y hasta OpenOffice (y NeoOffice). De esta manera, en lugar de utilizar el viejo método de ir escribiendo cada referencia de manera manual, tenemos una integración plena con nuestra base de datos bibliográfica. Cada cita que integremos tendrá una especie de vínculo al Sente, para indicarle que esa publicación es una referencia del documento.

Cuando ya estemos listos para finalizar el artículo, capítulo o libro, nos vamos al Sente (o, en el caso del Mellel, desde la misma aplicación) y le solicitamos crear la bibliografía. Es en este punto que se cumple otro de los sueños de cualquier escritor académico: antes de generar la bibliografía, solamente debemos indicarle al programa en qué sistema bibliográfico la queremos. ¿APA? Sí, cuál edición quiere, ¿la quinta o la sexta? ¿Chicago? Por supuesto, en cualquiera de sus variantes. ¿Harvard, Turabian, MLA...? Hay más de 500 sistemas bibliográficos para elegir. Y si uno está trabajando con una convención propia o de una publicación no contemplada en la base de datos de Sente (que se actualiza todos los años), ¿para qué preocuparse? Puede añadirla a voluntad, como un formato personalizado.

Hasta aquí, se prueba el uso de la base de datos bibliográfica para un único escritor que está lidiando con un complejo artículo académico o científico.

Pero si además uno es miembro de un departamento académico o un instituto científico, Sente tiene otras capacidades invaluables: sincroniza la base de datos entre varias computadoras (además, lo que ellos llaman «licencia de un único usuario» permite la instalación del programa en tres computadoras personales); se puede publicar la lista de referencias para que la consulten otros colegas; se le pueden otorgar privilegios de administrador solo a unas personas, de modo que la base de datos se comparta con todo un departamento; se pueden sincronizar todos los archivos PDF para que sean vistos desde diferentes computadoras y, si por derechos de autor, no todos los usuarios pueden tener acceso a los contenidos, se puede definir cuáles PDF se pueden compartir y cuáles no.

En síntesis, Sente, en combinación con un procesador de textos compatible (ya veremos en otro artículo las posibilidades de Mellel, un procesador de textos especializado en escritura técnica), es una herramienta indispensable para el escritor científico o académico. Aunque el programa tiene un precio un poco elevado, hay una licencia con descuento disponible para estudiantes y miembros comprobados de instituciones académicas.

viernes, 22 de enero de 2010

Leer para corregir no es simplemente leer

Asombro. Esa fue mi reacción tras ver este video, al que llegué gracias a un blog, Libros y bitios de José Antonio Millán, que lo encontró en otro blog, Addenda et Corrigenda. El video está en francés, sin subtítulos, pero las palabras casi sobran.

Gracias a las tecnologías de reconocimiento del movimiento del ojo frente a un monitor, en el video se muestra la comparación del recorrido del ojo de una lectora común frente a una correctora profesional, ambas con la tarea de corregir el texto. La primera es una especialista en comunicación escrita, por lo tanto, no se trata de alguien totalmente ajeno al mundo de las palabras y la escritura. Aun así, su recorrido desorganizado del texto en varias fases, sus áreas sin cubrir y su lectura no sistematizada contrastan de manera visible con la mirada de la correctora.

La correctora profesional, con entrenamiento y experiencia en la lectura para la detección del error, cubre todas las áreas posibles una y otra vez, con una fijación de la mirada más larga en cada punto, sin dejar una sola palabra por fuera, en una lectura ordenada, rigurosa y metódica.

¿Para qué matar la experiencia? He dicho más de lo que se necesita. Este es uno de esos videos que, si uno está en el campo de la corrección, no puede dejar de ver.

http://www.youtube.com/watch?v=TSeTLb9MMyQ

miércoles, 20 de enero de 2010

Una forma divertida de armar el catálogo de la biblioteca personal

Durante años busqué una solución sencilla e indolora para llevar el registro de los libros de mi biblioteca física. El uso de programas para fichas o bases de datos era lento, nunca pasé de tres o cuatro libros. En la actualidad existen múltiples programas que facilitan el proceso de crear un registro digital de los libros impresos que tenemos en casa. Muchos de estos paquetes informáticos son gratuitos, aunque estos varían en su capacidad para manejar información, metadatos y personalización de la información para cada libro.

Luego de probar varias alternativas, mi favorito es Delicious Library, un programa nativo de la plataforma Macintosh que conjuga sencillez, eficiencia, creatividad y elegancia para hacer de la actividad de catalogar los libros de la biblioteca una actividad divertida, rápida y eficaz.

¿Por qué Delicious Library les ganó a todos los programas gratuitos y a unos cuantos adicionales de pago (en todas las plataformas: Macintosh, Linux y Windows)? Dos elementos clave: creatividad e ingenio. La creatividad se ve en la interfaz: en lugar de una lista de libros, un estante de madera le da la bienvenida al usuario, lleno de repisas en donde van apareciendo las cubiertas de los libros catalogados, con efectos de luz para simular volumen y tridimensionalidad.

Esto, claro, parece superficial si las demás características no están presentes: una completa cantidad de metadatos para cada libro, directamente extraídos de una base de datos en línea o añadidos a gusto del usuario, si así lo desea. La conexión con la inmensa base de datos de Amazon hace posible que con solo introducir el nombre del libro o del autor, el programa obtenga el resto de la información: edición (se puede elegir entre varias alternativas, cuando las hay), año, número de ISBN, fotografía de la cubierta y hasta los comentarios de otros compradores.

Pero lo más fascinante del programa es su capacidad para convertir la cámara integrada de cualquier computadora personal en un escáner de reconocimiento de código de barras. Si ya era sencillo crear un catálogo con solo incluir el nombre de una obra, hacerlo con la cámara/escáner es sencillamente fabuloso: en unos pocos minutos una decena de libros aparecen en los estantes digitales. Con solo la tradicional función de “arrastrar y soltar” (drag and drop) se pueden crear subcolecciones, a partir del catálogo general.

Y como si estas capacidades no fuesen suficientes, el programa puede exportar su base de datos en los formatos estándares para utilizarlos con otras aplicaciones de administración de bibliografías, como BibTeX y Bookends, y puede crear una lista de todo el catálogo en seis de los sistemas bibliográficos más comunes (incluyendo APA, Turabian, Chicago y MLA).

Con este programa, la catalogación de la biblioteca es un proceso rápido, divertido, muy sencillo y ciertamente elegante. En cuanto a su utilidad práctica, nadie que tenga una biblioteca de un tamaño decente pone en duda las ventajas de tener un catálogo real, actualizado y listo para usar en su computadora personal.

martes, 19 de enero de 2010

Razones para no casarse con un/a corrector/a


Esta joyita me la hizo llegar, a través del correo electrónico, mi amiga editora Liz, de México, de un autor/a? anónimo/a?. Un poco de humor no sobra jamás.

Es obsesivo/a-compulsivo/a y necio/a hasta el hartazgo (el tuyo).

Quiere trabajar en todas las editoriales del país porque solo así se publicarían libros, revistas, periódicos y sitios de internet escritos en correcto español.

Es tu único contacto en MSN que usa mayúsculas y acentos, jamás usa contracciones, no sabe qué es un emoticón e invariablemente te corrige cuando escribes algo mal.

Si por casualidad dices algo mal, supongamos “mas sin embargo”, inmediatamente te mira con algo muy parecido al desprecio.

Dos terceras partes del día las pasa de mal humor y gruñendo porque un autor no sabe usar acentos diacríticos; una fracción la gruñe durante el sueño.

Le tiene más fe al diccionario de la Real Academia Española que a ti.

Sabe que existen el Diccionario Panhispánico de Dudas, el Corpus de Referencia del Español Actual y el Corpus Diacrónico del Español, pero no sabe cuándo es tu cumpleaños.

Posiblemente padece esquizofrenia o sencillamente no tiene gusto literario, pues lo mismo lee panfletos publicitarios que reportes técnicos y artículos científicos.

Sabe qué es un sufijo y un objeto circunstancial de lugar, pero jamás sabrá explicarte para qué sirven.

Es más arrogante que necio/a (y esas son palabras mayores).

Cuando te manda mensajes por el celular, a veces necesita tres porque insiste (decíamos que son necios/as) en escribir TODAS las palabras con TODAS sus letras.

Enviarte un simple correo le toma un tiempo absurdo: si no lo lee por lo menos tres veces (una lectura de originales, otra de primeras pruebas y la de pruebas finas), no está satisfecho.

Antes de haber ordenado siquiera en el restaurante, la carta habrá sido víctima suya.

No hay aplicación de Facebook a la que no le ponga reparo o artículo de Wikipedia que no anote en su lista de pendientes.

Vive en un estado de paranoia sostenida e invariablemente piensa que se le pasaron varios errores en los textos que entrega.

domingo, 17 de enero de 2010

Carrito de compras del escritor: balance general

Ahora que ya hemos visto algunas herramientas útiles para contribuir en los procesos creativos de escritura, podemos proceder a diseñar nuestro carrito de compras y averiguar cuánto podríamos ahorrar si tomamos la decisión de no utilizar el Microsoft Word como nuestra herramienta de escritura por excelencia.

Una licencia de Microsoft Office, si compramos la más barata que es la edición casera o estudiantil, cuesta $149.95. Definamos este como nuestro presupuesto básico para equipar nuestra computadora de las herramientas básicas de escritura creativa.

El MacJournal se incluye dentro de los programas indispensables porque hoy día casi todos los escritores tienen también un blog; pero bien puede haber personas que lo consideren accesorio y que resuelvan todas sus necesidades de escritura con Scrivener.

Programas indispensables
Scrivener: $39.95 (hay licencia educativa y descuento por volumen)
MacJournal: $39.95 (se puede comprar con sustanciales descuentos en Navidad y fiestas especiales, así como ocasionalmente en sitios como MacUpdate Promo)
SpellCatcher: $39.95
OpenOffice: $0

Subtotal: $119.85

Programas opcionales según las necesidades de cada proyecto
BeeDocs Timeline: $65 (hay versión educativa por $40)
MacFamily Tree: $49
Cmap Tools, Xmind, MindNode, ViewYourMind, FreeMind, PersonalBrain: $0

Subtotal: $114

En síntesis
Con el mismo dinero que compramos el Word, podemos invertir en al menos dos aplicaciones diferentes y una gratuita, más poderosas para procesos creativos de escritura y, además, añadirle alguna de nuestro gusto o necesidad particular. Pero en general, con un presupuesto de $233.84 podemos equipar nuestra computadora con licencias de programas valiosísimos para el trabajo creativo. Si además somos seguidores de sitios como MacUpdate Promo, es muy posible que encontremos oportunidades indiscutibles de adquirir muchos de estos programas a la mitad de su precio de venta normal (ya sea de manera individual o como parte de otros paquetes), sin mencionar los descuentos educativos o por volumen a los que pueden acceder algunas instituciones e individuos. La licencia educativa del BeeDocs Timeline cuesta $40 y más de 11 copias del Scrivener cuestan $25.97.

Quedaron algunos programas pendientes de esta primera ronda de revisión de herramientas informáticas para escritores, como los programas para el manejo de nuestras bibliotecas físicas y las alternativas para la escritura técnica y el manejo de referencias bibliográficas. Estos quedarán para la próxima semana, cuando dediquemos los artículos del blog a las herramientas informáticas para la escritura técnica y la edición.

Alternativas a Word: procesador de textos y corrección de gramática

Una de las características particulares del Microsoft Word, cuando menos en su versión en español para Windows, es la ayuda que proporciona para la revisión y corrección de gramática y ortografía, así como un diccionario y base de datos de sinónimos. Algunos escritores y editores consideran que estas son herramientas esenciales de su trabajo cotidiano, aun cuando es imposible que sustituyan al corrector humano.

Además, el procesador de textos es un programa especializado en contribuir a darle formato a un documento, algo que no se espera de programas como Scrivener, ya reseñado. En este caso, es posible que el escritor y el editor de profesión consideren necesario tener un procesador de textos adicional.

El programa comercial más conocido y dominante en el mercado es Microsoft Office; sin embargo, el costo de las licencias encarece la inversión que un escritor debe hacer para tener su computadora plenamente equipada para su trabajo. En ese caso, puede acudir a otras opciones de más bajo costo y más alto rendimiento.

OpenOffice
La alternativa gratuita y de código para el paquete de Office, especialmente si el programa que más vamos a utilizar es el procesador de textos en sí, es el OpenOffice, de Sun Microsystems. Todas las funciones básicas de formato de texto pueden encontrarse en este programa: creación de secciones, paginación automática, viñetas o topos, tipo y tamaño de las letras... En general, todo lo que normalmente se utilizaría para darle un formato más o menos decente a un texto. Si se requiere de algo más profesional, sería más conveniente acudir a un programa de maquetación o diagramación de páginas. Los usuarios de la plataforma Macintosh pueden preferir el NeoOffice, el mismo y poderoso OpenOffice, con una interfaz Mac.

SpellCatcher
En cuanto a la corrección gramatical, hay una excelente alternativa de bajo costo que no solo operará con el procesador de texto (también es compatible con Word) sino con todas las aplicaciones de la computadora: SpellCatcher, incluyendo el correo electrónico. Este programa puede revisar texto en varios idiomas e incluye un amplio repertorio de herramientas de corrección, diccionario y búsqueda de sinónimos; en síntesis, el tipo de herramientas lingüísticas que un escritor o un editor puede necesitar. Esta aplicación existe tanto para Macintosh como para Windows.

sábado, 16 de enero de 2010

Mapas conceptuales, esquemas y gráficos

Un escritor a menudo necesita organizar su información de manera visual. En estos casos, los programas para crear esquemas son indispensables, aun cuando sean típicos de entornos educativos. La escritura académica se beneficia de este tipo de programas, especialmente si se está elaborando el informe escrito de una tesis o una investigación. Desde luego, si hablamos de escritura académica de divulgación o didáctica, los esquemas mentales son excelentes ayudas para los lectores; en estos casos, nuestra prioridad será encontrar programas que, además de organizar la información, produzcan esquemas visualmente atractivos y con capacidad de exportación a programas profesionales de tratamiento gráfico.

Hay gran cantidad de programas para facilitar el proceso de creación de un esquema, en todas las plataformas. Algunos de ellos son gratuitos, otros son de pago y, unos cuantos tienen versiones gratuitas con funciones limitadas y versiones de pago, completas. En este artículo nos concentraremos en los programas gratuitos.

Cmap Tools
El programa clásico para la realización de mapas conceptuales es el Cmap Tools. El mapa conceptual es una forma especial de esquema que se caracteriza por utilizar conectores lingüísticos entre sus conceptos clave o nodos, como se les denomina frecuentemente en las aplicaciones. En otras palabras, los nodos deben conectarse entre sí de tal manera que puedan ser leídos como si fueran oraciones completas, con sus preposiciones y conjunciones.

Xmind
Sin embargo, la mayoría de las personas piensa que un “mapa conceptual” es un “mapa de conceptos” y olvida el uso de los conectores. En ese caso, se podría utilizar un mapa para hacer esquemas mentales (no mapas) que también permita añadir conectores cuando el usuario así lo prefiera; es decir, la versión gratuita de Xmind: fácil de usar, versátil e incluso permite cambiar fácilmente el estilo de esquema empleado o las líneas conectoras, sin tener que hacerlo todo nuevo, así como las fuentes empleadas y el color, tanto de textos como de las líneas y el fondo. Se pueden incluir imágenes y fotografías en los conceptos. Este programa, además, tiene versiones para Macintosh y para Windows. Su único inconveniente es que no permite hacer impresión en PDF de alta calidad, ni en su versión gratuita ni en la profesional. Por lo tanto, es un excelente programa para organizar la información personalmente pero no puede utilizarse en publicaciones impresas, solo en páginas web o productos multimediales.

MindNode
Otro programa muy fácil de utilizar (y hasta divertido) para hacer esquemas mentales es la versión gratuita de MindNode. Hacer mapas mentales es sencillísimo: se agregan los conceptos con un clic y el programa genera todo lo demás: las líneas del árbol, el tamaño de cada subconcepto, la disposición. Sin embargo, es lo suficientemente versátil como para poder cambiar la posición de los conceptos o grupos de conceptos, los colores y estilos de las líneas de conexión y el tipo y tamaño de las letras. Uno de sus inconvenientes es que no se pueden incluir fotografías o gráficos en los conceptos. Este programa sí puede exportar como PDF, con lo cual es un favorito para quienes deben trabajar con obras impresas de alta calidad. La licencia de la versión profesional es muy barata en relación con el precio típico de los programas de esquemas mentales, que de todas maneras vale la pena adquirirla, si se utiliza frecuentemente y si se requieren sus funciones adicionales. Solo tiene versión para Macintosh.

ViewYourMind
En un estilo similar a los anteriores, se encuentra el ViewYourMind, un programa sencillísimo, pero versátil y con resultados instantáneos. Existen versiones para Macintosh y Linux; no así para Windows. Como herramienta para la organización de información es fabuloso; aunque no se le puede cambiar el tipo de letra utilizado, sí se le pueden añadir imágenes. Si se utiliza en Macintosh, las capacidades integradas del sistema para crear PDF pueden utilizarse para generar un PDF de alta calidad que pueda emplearse en cualquier publicación.

FreeMind
Sería injusto no mencionar aquí el FreeMind, una aplicación gratuita y de código abierto que corre en Macintosh, Linux y Windows. Aunque, siempre la he encontrado poco versátil en sus resultados visuales (y hasta un poco difícil de usar), tiene muchas ventajas, entre ellas la capacidad para exportar esquemas a programas de dibujo de vectores, como el Adobe Illustrator o el Inkscape (gratuito). Es un programa de referencia en el medio, de tal manera que programas como el MindNode y el Xmind exportan e importan mapas en formato FreeMind.

PersonalBrain
Un programa que merece mencionarse es la versión gratuita de PersonalBrain, una aplicación que tiene versiones para Macintosh, Linux y Windows. Es un programa muy visual e interactivo, y está diseñado para organizar el pensamiento. Sorprende la cantidad de metadatos que se le pueden incluir a cada uno de los nodos: notas, fecha de creación, palabras clave, tipo de pensamiento (de categorías predefinidas por el usuario, desde luego) y, una función particularmente interesante, archivos adjuntos. El programa crea un vínculo entre cualquier documento de la computadora del usuario y el nodo, de tal manera que el concepto puede vincularse tanto a un archivo de imagen como a una tabla de Excel o a una página web. El programa incluye un buscador de conceptos clave, con lo que añade una función única en este tipo de aplicaciones.

El PersonalBrain pareciera especialmente diseñado para organizar el pensamiento para uno mismo, no tanto para mostrárselo a las demás personas. Se puede emplear tanto para comprender y organizar la compleja información de un tema de investigación o creación literaria, como para tratar de organizar la vida personal. Exporta fácilmente como html (páginas web) pero, precisamente debido a su alto grado de interactividad, no es un programa adecuado para generar gráficos impresos. De cualquier manera, vale la pena probarlo.

MacJournal: el diario del siglo XXI

El diario es uno de los talleres literarios más antiguos que existen. En un cuaderno privado, muy nuestro, las palabras salen una tras otra sin estructura, sin preocupaciones, sin censuras, sin pensar en el otro, sin ir más allá de la idea-semilla que nos impulsó a abrir el diario esa mañana. Solamente escribimos, como diría Barthes, en intransitivo, sin pensar en el resultado, sin decir «escribo una novela» o «escribo un cuento», solamente «escribo».

Los programas ideales para este tipo de escritura intransitiva y desestructurada son las aplicaciones para llevar diarios. Hay una amplia variedad, en todas las plataformas (Macintosh, Windows, Linux), con diversidad de funciones. Aquí comentaremos uno que es especialmente versátil y diseñado para la plataforma Macintosh: el MacJournal, distribuido por Mariner Software.

Como un programa de diario, en el sentido más tradicional, es muy eficiente. Se pueden crear varios diarios y subdiarios (diarios dentro de diarios); y a cada uno se le puede poner una clave para impedir el acceso de los curiosos.

Cada entrada tiene la ventaja de que automáticamente registra la fecha y la hora de su creación; e incluso hay una serie de herramientas adicionales para indicar si está en proceso o ya ha sido finalizada. Pero si lo que el escritor quiere hacer es pasar en limpio las notas de sus cuadernos y conservar la fecha y hora originales de sus notas, el programa también le permite modificar estos datos con libertad.

Este programa además incursiona en el moderno diario del siglo XXI: el blog. Cada diario puede vincularse a un blog de cualquiera de las plataformas más conocidas. Basta configurarlo la primera vez para que, desde ese momento, la tarea de publicar artículos sea muy sencilla: basta dar la orden y el artículo queda en línea inmediatamente, con la plantilla que se ha prediseñado en la plataforma. Si se detecta un error, basta corregir en MacJournal, pedirle que publique los cambios y ¡listo! Desde el propio programa se pueden determinar las palabras clave del documento, añadir vínculos e incluir imágenes o fotografías.

Pero la característica que más me gusta del MacJournal (el programa que en este momento estoy utilizando para este blog) es la visión de pantalla completa, que solamente se encuentra en algunos programas profesionales para escritores como el Scrivener, el Ulysses y, desde luego, el WriteRoom. El MacJournal, con un solo clic, elimina todas las distracciones, sin tener que utilizar otro programa adicional. El efecto es fantástico para quienes realmente logramos concentrar nuestro esfuerzo mental con solo esta sencilla característica.

Desde luego, todas las entradas escritas en MacJournal pueden exportarse a formatos como .rtf, .doc y .txt, de manera que pueden abrirse con cualquier procesador de texto, ya sea gratuito (OpenOffice) o de pago (Microsoft Word).

Sin duda, este es un programa ideal para la escritura de blogs y para escribir sin rumbo, al asalto de la inspiración, cuando una idea se viene a la cabeza y no se sabe qué hacer con ella.

viernes, 15 de enero de 2010

Herramientas informáticas para la creación de genealogías

La historia no es abstracta: la crean personas reales, de carne y hueso, con padres y madres, abuelas y abuelos, hermanas y hermanos, hijas e hijos... Darle seguimiento a toda la rama de individuos que pueden estar ligados a un solo personaje, ya sea que pertenezca a una historia real o ficcional, puede llegar a ser una tarea monumental, aun si se cuenta con toda la información genealógica para levantar un árbol gráfico. Piénsese, por ejemplo, en Cien años de soledad y la complejidad de la descendencia de Aureliano Buendía.

La cantidad y variedad de herramientas informáticas para realizar árboles genealógicos es en verdad sorprendente. Aunque desactualizado, el sitio MacGenealogy.org nos da una idea de la diversidad, así como la exhaustiva lista de Cindy. Muchos de los programas son gratuitos; otros tantos exceden el presupuesto medio de un usuario no especializado en genealogía. Desde luego, cada usuario deberá definir sus necesidades, probar cada programa y hacerse un juicio propio.

Como escritora, usuaria de la plataforma Macintosh y amante de los programas con interfaces gráficas ricas y fáciles de usar, elegí MacFamily Tree como una herramienta de ayuda en el proceso de escribir. Este programa tiene todas las ventajas de la plataforma Mac: intuitivo, sencillo, gráfico y poderoso. A través de ayudas visuales animadas, se pueden añadir en un clic nuevos miembros de una familia. Sin embargo, si el primer clic puede añadirse con los datos mínimos (nombre y parentezco), se puede llenar una ficha completa para cada individuo: nombres, apellidos, fecha de nacimiento, fecha de muerte, lugar geográfico para cada uno, una gran variedad de eventos (bautizo, matrimonio, etc.), notas, vínculos y, algo increíble, el programa automáticamente genera (desde su base de datos en línea) la lista de eventos y personajes históricos vigentes para la época en que ocurren los acontecimientos particulares de cada persona.

Una vez creado un árbol familiar, se pueden elegir diversos esquemas gráficos para ver las relaciones entre los miembros. El programa se encarga de ordenar todo de manera automática; de manera que no es necesario lidiar hasta el agotamiento con cajas, líneas y flechas; solamente con datos e información sustancial. Quizás el estilo de gráfico más impactante para los no especialistas es la vista tridimensional; muy versátil y móvil, aun cuando las figuras todavía tengan un aspecto primitivo para un generador de 3D. Pero también incluye vistas bidimensionales en abanico, tablas de antepasados y descendientes, líneas de la vida, estadísticas familiares, genograma y un maravilloso globo terráqueo tridimensional en donde se colocan automáticamente los puntos de nacimiento y muerte de cada uno de los individuos de la familia, si esta información se ha incluido en sus fichas biográficas.

Y estas son solamente algunas de las herramientas, que se complementan por diversos tipos de informes que resumen información clave, como listas de cumpleaños, eventos curiosos (generados por el propio programa según la información que se le ha proporcionado) y resumen de datos para cada miembro de la familia.

Sin duda, un programa como estos fue diseñado originalmente para genealogistas e historiadores, pero es una herramienta indispensable para escritores de novela histórica o incluso para autores que deben elaborar obras históricas didácticas, porque es posible enriquecer los materiales didácticos con gráficos de muy buena calidad, fáciles de generar sin necesidad de emplear programas de diseño (ni diseñadores). El programa, como una ventaja adicional, permite publicar sus resultados en un sitio web; de manera que estas ayudas también pueden utilizarse didácticamente para cursos impartidos a través de plataformas en línea o como material complementario adicional de publicaciones impresas. En una época en la que toda nueva novela se publica acompañada de su sitio web, este también puede convertirse en un valor mercadotécnico agregado.

Finalmente, los editores se pueden beneficiar de trabajar con sus autores con este tipo de herramientas, porque les proporciona un instrumento de revisión en textos que pueden alcanzar una gran complejidad, como es por ejemplo la clásica obra costarricense La genealogía de los conquistadores, de Samuel Stone.

Nuevo sitio de Scrivener en español

Hace algunos días publicamos un artículo sobre Scrivener, un maravilloso programa especialmente diseñado para escritores. Ahora se puede consultar una versión en español de su sitio web en la siguiente dirección: http://www.scrivener.es.

miércoles, 13 de enero de 2010

El uso de las líneas de tiempo en la escritura

Todo escritor necesita de herramientas que no precisamente sirven para colocar una palabra detrás de otra (o lo que tradicionalmente entendemos como «escribir»), o al menos así lo aparentan. Son herramientas utilísimas para el gran trabajo creativo y mental detrás de una obra: organizar información, dar seguimiento los acontecimientos, mantener la coherencia general de todos los fragmentos.

Uno de los elementos estructurales de la escritura es el tiempo. Toda historia tiene su propia línea evolutiva y su secuencia de eventos. En el caso de las ficciones históricas, a los actos realizados por los propios personajes y a sus accidentes personales se les añaden los eventos del periodo histórico que le sirve de contexto a la narración. El uso de líneas de tiempo parece también evidente en el caso de investigaciones históricas, capítulos revisionistas de obras teóricas y gran variedad de escritos no ficcionales, académicos y didácticos.

¿Cómo se espera que el escritor del siglo XX organice estos datos?

Los programas para la creación de líneas de tiempo constituyen una herramienta de indiscutible utilidad para los escritores de hoy. La más elegante que he encontrado es BeeDocs Timeline (para la plataforma Macintosh) . Este programa permite la creación de líneas de tiempo en muy pocos pasos. Solamente se añade el evento con toda la información pertinente: nombre, descripción, imagen o fotografía. A cada evento se le puede asignar una fecha, que puede variar desde un único año (si esta es toda la información disponible) hasta el exacto día, mes y año de inicio y final del acontecimiento. El resto lo hace el programa, de manera que sitúa los eventos en su correcto lugar en la línea de tiempo. La línea final es perfectamente proporcional, se amplía o reduce de manera automática, según se añadan o eliminen eventos y, con mucha facilidad, se puede cambiar toda la apariencia de la línea. Incluso se puede trabajar, en la misma ventana, con varias líneas de tiempo, de manera que se pueden comparar, por ejemplo, los eventos de dos personajes, de dos países o de dos culturas.

Al programa todavía le falta desarrollo para mejorar la navegación, particularmente en líneas de tiempo muy largas y complejas. Sin embargo, tiene algunas ventajas notables, como la capacidad de exportación de presentaciones (a Power Point, Key Note y como video) y la salida en alta calidad en formato PDF, lo cual hace que las líneas de tiempo también sean fácilmente utilizables en publicaciones profesionales como apoyos de lectura o con fines didácticos.

sábado, 9 de enero de 2010

Scrivener: más allá del procesador de textos

Un procesador de texto es una máquina de escribir electrónica, con hojas de papel infinitas que aparecen automáticamente conforme vamos añadiendo renglones, con herramientas para darle formato a ese texto y para la corrección y autocorrección gramatical, buscadores de palabras, anotaciones, notas al pie y contadores de caracteres. Eso es, en síntesis, lo que un procesador de texto le ofrece a un escritor: es una interminable hoja en blanco.
Hoy día existe algo más: los verdaderos programas para escritores.
Incluyen un procesador de palabras, ciertamente, pero van más lejos: son gestores de la base de datos que va creando el escritor cuando está en un proyecto grande. Un escritor, aun cuando su proyecto sea una ficción totalmente salida de su cabeza, acumula piezas de información de todas clases: entrevistas, fotografías, páginas web, extractos de revistas y enciclopedias, referencias, ideas sueltas, pequeñas anotaciones, escenas descartadas, tramas, personajes, canciones, videos... Todo es material potencial cuando se está en ciertas fases de acopio de información y, más aún, todo debe ser fácilmente localizable cuando se está en la fase activa de escritura.
Programas como Scrivener fueron diseñados por escritores que conocen bien sus necesidades y querían algo más que un procesador de palabras. Scrivener, en particular, se divide en dos secciones: el manuscrito y el archivo. En todo momento se pueden crear carpetas, subcarpetas y documentos, dentro del mismo programa, para ir almacenando todas esas valiosas piezas de información y de escritura. En el archivador se pueden colocar, en un proceso rapidísimo e indoloro, todas las páginas web, documentos de texto, PDF y multimedia (incluidos videos y mp3) que se quieran. Tiene una interfaz gráfica intuitiva y hasta elegante: en una «pizarra de corcho» se van colocando todas las fichas de nuestros diversos hallazgos (o las polaroid, en el caso de las fotos). Y para cada documento (texto, PDF, fotografía, multimedia) existe la posibilidad de incluir anotaciones, información de referencia y otros metadatos. Y si preferimos ver la estructura de lo que estamos escribiendo, en lugar de la pizarra, basta con pasarnos al modo de «esquema» (outline) y, ¡listo! Ya podemos ver cómo se está desarrollando la estructura de nuestra obra.
Otra belleza de este programa es que está especialmente diseñado para manejar proyectos grandes: obras de 300 páginas o más. Quienes hemos tenido la desventura de manipular documentos de más de 200 páginas en un procesador de textos (mi más larga pesadilla ha tenido 450 páginas, con múltiples secciones y fotografías) sabemos lo mucho que le cuesta al procesador siquiera abrir el documento, ya no hablemos de una rápida navegación, tarea poco menos que titánica.
Con Scrivener, la navegación por el proyecto lo es todo; por lo tanto es muy fácil ir de la escena 1 del primer capítulo a la escena 45 del capítulo 80 o a la ficha del personaje. Todo depende del usuario, porque el programa no le pone barreras.
Como una ventaja adicional que quienes escribimos agradecemos, encontramos el modo de escritura en pantalla completa. No solo deja por fuera toda distracción. Además es completamente personalizable: se le puede poner el color de fondo que uno desee, y también se cambia el color de la tipografía. Así, en mi caso, trabajo sobre fondo negro con un color claro, celeste pálido o beige. Mientras que otros prefieren letras verdes o blancas sobre fondos azules. Esto lo decide el escritor. Redactar de esta manera es muy descansado para la vista, maximiza el aprovechamiento de la energía (para quienes usamos portátiles esto es una ventaja) y, sobre todo, nos imbuye en nuestro trabajo como solo un escritor puede desearlo. El Scrivener incluso añade un valor adicional al modo de pantalla completa: tiene herramientas que permiten colocar a la vista una fotografía, ya sea con un fondo semitransparente o activando una paleta de anotaciones y otros recursos. Si uno está describiendo una escena en una locación o a un personaje, sin duda querrá tener a la vista el paraje del que se ha inspirado.
Ya en el lado del formato, el programa trae plantillas preestablecidas para guiones, novelas, cuentos; herramientas de formato de texto; anotaciones y pies de página que son reconocidos por cualquier procesador de texto que importe documentos en RTF y la posibilidad de incluir imágenes dentro de los archivos de texto. Tiene opciones de autoalmacenamiento cada tres minutos e incluso funciones adicionales, como el snapshot: la posibilidad de guardar versiones completas del proyecto antes de hacer cambios monumentales. Así, el escritor puede regresar cuando quiera a una versión anterior (sin arruinar) de su manuscrito.
Scrivener es uno de los programas más versátiles que un escritor puede desear (y a una fracción del precio de un procesador de textos como Microsoft Word), pero no es el único (aunque sí es mi favorito). Si bien este en particular solo existe para Macintosh, los usuarios de Macintosh y Windows pueden encontrar una gran diversidad de alternativas en el mercado. Cada una tiene alguna función en particular que los demás no tienen o manejan de forma distinta. Cada escritor deberá elegir, según su manera de escribir, su presupuesto y su plataforma, cuál puede ser el más adecuado.

Para conocer otras alternativas: hay listas comentadas de programas para Mac y Windows en las siguientes direcciones: http://www.literatureandlatte.com/links.html y http://www.writers-publish.com/book-writing-software.html. Algunos programas de mucha reputación son el Ulysses, el Storyist y el StoryMill (este último tiene versiones para Mac y PC).

martes, 5 de enero de 2010

Herramientas informáticas para escritores

A menudo creemos que se necesita muy poco para escribir: lápiz y papel son suficientes, por así decirlo. Y, en cierta forma lo son. Pero cada época, con sus innovaciones tecnológicas, ha marcado una diferencia en la manera de construir la escritura. Ya no es necesario crear una obra íntegra en la memoria, para dictarla luego, como hizo el anciano ciego John Milton con su monumental Paraíso perdido.
Hay muchos escritores y, con cada uno de ellos, múltiples formas de escribir. Cada proyecto tiene sus propias necesidades, ya se trate de ficción, investigación o divulgación. Algunas obras nacen completamente de la mente de sus autores, mientras que otras se arraigan en complejos datos obtenidos de múltiples y variadas fuentes.
Aun cuando una obra pueda nacer de la invención ficcional de un solo individuo, piénsese por ejemplo en la complejidad que alcanzó la obra total de J. R. R. Tolkien, con varios milenios de historia de la Tierra Media, cientos de personajes distintos en épocas separadas entre sí y diversidad de culturas y pueblos.
Lo mismo puede decirse de una novela histórica y, en este caso, lo que vale para una obra de ficción también se aplica a una investigación compleja sobre un periodo de tiempo determinado, incluso si el resultado final no es ficcional, sino una obra académica, de divulgación o didáctica.
Durante los próximos días revisaremos, una a una, diversas herramientas informáticas a las que los escritores con estas necesidades pueden echar mano para facilitar sus procesos creativos. Veremos programas especialmente diseñados para escritores de ficción, así como herramientas sofisticadas para la creación de líneas de tiempo, árboles genealógicos, mapas y esquemas mentales, bibliografías complejas y, ¡faltaba más!, el catálogo de la biblioteca física que tenemos en casa. Incluso los escritores con limitaciones de la vista de nuestros días tienen alternativas para escribir, más allá de un secretario o amigo.
Porque en nuestra época, la computadora personal es la nueva pluma del escritor y, sin duda, una de sus mejores y más íntimas amigas.

Redactar no es escribir

Tomo en mis manos el libro de Sandro Cohen, Redacción sin dolor, y en las primerísimas páginas encuentro estas palabras: «he insistido en la frase redactar (o escribir) bien». Me detengo. ¿Cómo que redactar es lo mismo que escribir? Me levanto, voy al baño, doy unas vueltas... ¡No! No son lo mismo, pienso. Solo se me ocurre esta analogía: escribir es como diseñar un edificio. Redactar es como hacer ingeniería.
Me explico un poco más.
Para mí, escribir implica un proceso creativo muy amplio. Se alimenta de la fantasía y la imaginación (aun cuando la escritura no sea necesariamente ficcional), de la investigación, del conocimiento, del deseo. Un escritor puede pasar años «escribiendo» y, sin embargo, durante ese tiempo podría no vertir una sola oración coherente sobre el papel.
Cuando la hoja comienza a recibir la escritura, las palabras no provienen de la relación intrínseca entre stylo, pincel, pluma o bit y papel. El escriba o escritor ya tiene que tener un dominio de la palabra y esto trasciende el mero dominio de la lengua: debe saber qué decir y cómo decirlo. La escritura se encarga de los contenidos. Con la redacción vamos creando la forma.
Así, redactar bien tiene que ver con la aplicación de las reglas expresivas y las gramaticales, con el perfeccionamiento de los detalles, con la búsqueda de la adecuada comunicación en lo pequeño. Escribir, en cambio, va más lejos: debe velar por el todo, por la macroestructura, por el lector, por los componentes del escrito, por el estilo y género incursionados.
No, me temo que no coincido con don Sandro, cuando menos en esta pequeña afirmación: redactar no es escribir. Ciertamente, saber redactar bien es una habilidad (de las que pueden aprenderse) imprescindible para un buen escritor. Pero un buen escritor necesita mucho más que un conjunto de reglas gramaticales de la expresión para ser capaz de crear una obra. Es la dura realidad que aprenden los aspirantes a escritor que se matriculan en las carreras de filología, lingüística o idiomas.