He sido lectora de libros durante muchos años. La mayoría de ellos, claro está, los he leído en papel, pero también he tenido la paciencia de leer obras completas en la computadora y, más recientemente, de escucharlas íntegras en la forma de un audiolibro. (Todavía no he leído nada en un e-reader ni en un i-Pad. El primero por estar fuera de mis prioridades tecnolígicas; el segundo, por no estar todavía a la venta).
¿Qué me motivó a escuchar un libro en lugar de leerlo «como Dios manda»? Una circunstancia práctica: las largas y vacías horas de mis cotidianos viajes en autobús. Es casi imposible, sin mencionar peligroso para la vista, leer dentro de un vehículo en movimiento. Así, viajes que rondan al menos una hora diaria se convierten en «tiempos muertos», a lo sumo aprovechables para maldormir.
Así, tras toda una jornada de dura labor, mis ojos están demasiado agotados para abrir la página de cualquier libro, por interesante que este sea. Mi mente, sin embargo, todavía está en pleno funcionamiento y con todas sus funciones en un cierto estado de alerta. Al cambiar el medio también se cambia el sentido de ingreso de la información. En lugar de la vista, el oído (sin el riesgo de dañar la retina por el movimiento del autobús) se convierte en el instrumento ideal para volver a activar las funciones de la imaginación y la recreación simbólica.
De esta manera, el tiempo que podría haber transcurrido sin consecuencias ni ganancias se transforma en una hora ansiada, un momento de íntima re-creación (tanto en su sentido de ‘pasar un buen rato’, como en el acto de ‘crear nuevamente’) y, sobre todo, un tiempo de lectura; auditiva, sí, pero lectura al fin y al cabo.
Hay otras razones adicionales para «leer» audiolibros: practicar una lengua extranjera, adquirir nuevo vocabulario, almacenar información en el estrato subconsciente… Incluso en el campo de la educación a distancia tiene aplicaciones tan prácticas como tener un hálito de contacto humano a través de la voz de otra persona. Cada usuario tendrá sus razones. Usted, ¿ya tiene las suyas?
martes, 2 de marzo de 2010
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