domingo, 28 de marzo de 2010

Audiomol: crónica de una mala experiencia de compra

Lo que aquí voy a detallar es una experiencia de compra en Audiomol. Destaco una porque no todos los compradores tendrán necesariamente que pasar por los mismos dramas, según circunstancias particulares como sus equipos, su conexión a Internet, su locación geográfica o la simple suerte. Comparto mi experiencia para advertir a otros, por aquello de que se trate de algo recurrente.

Limitada oferta
La lista de libros de Audiomol, comparada con Audible, es casi risible. Sin embargo, Audiomol es una tienda que apenas está comenzando y, en general, la oferta de audiolibros en español es muy limitada comparada con el mercado anglosajón. Visto así, la oferta tan reducida es comprensible y hasta dispensable, aunque uno soñaría con poder adquirir cualquier obra en su formato de audiolibro, cuando menos las novelas de moda. Para este sueño solo queda el tiempo: a mayor demanda, mayor oferta; a mayor oferta, mayor demanda y así, en un proceso circular, algún día la Web dispondrá de una vasta colección de obras en español.

Precio en euros
Los precios en euros sin duda están a la altura de los compradores europeos, pero son muy elevados para quienes vivimos en otras latitudes. No estaría de más recordar que en internet se compite globalmente, no solo localmente, y que los hablantes de español poblamos un gran continente. Aún así, dada la falta de competencia, a uno solo le resta hacer la conversión y aceptar o no el precio; decisión del comprador.


La descarga del archivo: primera frustración
Como en cualquier sitio de esta clase, es necesario registrarse y crear una cuenta. Una vez adquirido el libro, el usuario se da cuenta de que solamente tiene derecho a 3 descargas. Puesto que los libros están en MP3, basta una, con que uno pueda realizarla.

¿Cuál fue mi experiencia? Pues tengo una conexión casera de “banda ancha” de país tercermundista; en otras palabras, mi conexión ya se queda corta para lo que el resto del mundo entiende por “banda ancha”. Así, me parece muy desconsiderado de parte de la tienda, comprimir los más de 80 archivos de MP3 en un único archivo comprimido RAR. Debí pasar cerca de 7 horas descargando casi 800 MB.

Claro, esas 7 horas fueron después de haber pasado 3 horas en el primer intento y de haber perdido la conexión a medio camino. Cuando regresé a mi cuenta para iniciar nuevamente la descarga, me encuentro con que la plataforma (¡tan inteligente!) ya ha decidido que yo tengo derecho a 0 descargas.

¡Horror! Contacto de inmediato al servicio al cliente y unas dos horas después obtengo respuesta. He de ser yo el problema, nadie ha accedido a mi cuenta, y me hacen el “favor” de activarme 3 nuevas descargas. Ingreso de nuevo a mi cuenta y veo, en mi biblioteca personal, dos ítemes: el primero, con 0 descargas; el segundo, con 2 descargas (no las 3 prometidas). En otras palabras, de alguna manera, el sistema recuerda que yo ya hice un intento, pero solo cuando es “reactivado” manualmente por la empresa.

No sé a los expertos, pero a mí esto me parece un sistema defectuoso.

Encontrar el archivo en el reproductor: segunda frustración

Así, tras largas horas de espera, finalmente pude descomprimir el archivo .rar, ver los MP3 en mi disco duro y sincronizarlos con mi reproductor MP3. Extática y feliz, enciendo el aparatejo de inmediato y comienzo a buscar la nueva novela.

No aparece.

Miro de nuevo mi disco duro: ahí está, cada segmento nombrado y numerado. Lo abro con el iTunes, y sí, puedo ver el nombre del archivo en la casilla “nombre”, pero noto algunas deficiencias: no hay metadatos para las casillas de “álbum”, “artista” y ni siquiera de “género”. Bueno, esta última afirmación es un poco engañosa: en realidad sí había género, solamente que decía algo así como “Otros”: increíblemente descriptivo y preciso, justo lo que necesito para encontrarlo en el dispositivo de lectura de MP3, ¿cierto?

Regreso a mi reproductor y comienzo a buscar desesperadamente. Ha de ser mi computadora. Nadie me tiene teniendo una Mac y empleando un Zen como lector de MP3, que solamente puedo sincronizar a través de un software libre, dada la carencia de soporte de Mac en mi modelo particular. Aunque el programa sincronizador sabía que había copiado los archivos, no podía ver de ellos ninguna información: nombre, autor o número de track. Vaya, problema del software, ¿cierto?

Así, espero pacientemente a tener acceso a una computadora PC y abro el dispositivo mediante el navegador de Windows. Ahí están todos los archivos.

Trato de localizar, dentro del reproductor, los archivos mediante los dos software de sincronización de la PC, tanto el original del aparato (Creative Centrale) como el Windows Media Player.

Nada.

Es como si se hubieran desvanecido, como si no existieran; pero están ahí, los puedo ver a través de la navegación en carpetas.

Regreso al aparato y busco, y busco, y sigo buscando… Y al final, encuentro. Bajo la denominación “desconocido”, aparecen aproximadamente 80 tracks de nombre “desconocido”, de autor “desconocido”, de álbum “desconocido”.

Pues bien, me digo, ¡qué importa, mientras estén en orden! Escucho el primero y… ¿es acaso una sorpresa que estén en pleno desorden? Sorpresa, no es, claro, pero sí que vuelve a frustrar.

No tengo más remedio que hacer esto de la vía difícil. Me devuelvo a la PC. Elimino del reproductor los archivos copiados previamente. Los copio dentro del disco duro de la PC. Abro el programa sincronizador. Añado los archivos manualmente al programa sincronizador. Ahí, antes de copiarlos al reproductor, modifico sus metadatos: de manera manual ingreso, en las categorías respectivas, los nombres que sé, de antemano, me servirán para localizarlos dentro de mi aparatito cuando esté en el autobús o en la calle escuchando. Añado la información de “artista”, “álbum”, “género” (audiolibro, no otro) y, por capricho, incluso le incluyo la cubierta del libro. Ahora sí, solo después de hacer todo esto, copio nuevamente los archivos a mi aparato.

¿Es acaso una sorpresa que ahora sí pueda encontrarlos de cualquier manera que los busque? ¡Por supuesto que no! Todo ha sido resuelto como debía ser desde un inicio: con los metadatos correctos.

Servicio al cliente: tercera frustración (¿tercera? Si ya perdí la cuenta…)

No me puedo quejar del hecho de que hubo respuesta por parte de servicio al cliente. Era domingo, pasaron tan solo unas horas entre una respuesta y la otra… por lo menos me contactaron, eso ya es algo.

No obstante, he de decir que la respuesta fue especialmente folclórica (para reírme de ella en lugar de indignarme). Cuando me comuniqué indicando que los archivos no aparecían en mi reproductor, me respondieron, y copio textualmente: «nuestros audiolibros están preparados para poder reproducirlos en cualquier reproductor Mp3. Por lo que me dices, quizás el problema sea que no lo has descomprimdo. Los archivos están comprimidos, por lo que antes de reproducirlos debes descomprimirlos».

Sobra decir que mi respuesta iba llena de indignación: “que me traten con respeto”, decía, “que no me consideren una iletrada tecnológica” y afirmaciones por el estilo. No supe más de servicio al cliente (imagino que tienen la política de guardar silencio cuando el cliente se queja).


Final de la historia
Afortunadamente, esta iletrada tecnológica que, según ellos, no sabía la diferencia entre un archivo descomprimido y uno comprimido, pudo resolver el problema por sí misma, sin necesidad de acudir más al servicio al cliente de Audiomol.

Lo siento por ellos, pero el resultado de esta experiencia de compra fue frustración, una mala opinión de la tienda y, desde luego, la advertencia inmediata a todos mis amigos de que no se acerquen a los predios de esta zona de compra (la famosa publicidad «de boca en boca» que, cuando es negativa, también es devastadora).

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