Quizás valga la aclaración de que no conozco el trabajo literario de ninguna de las dos, pero estoy plenamente de acuerdo con sus observaciones respecto a los efectos del ejercicio diario como un instrumento para entrenar el músculo del escritor:
- Mejora la escritura
- Escribir se hace más fácil y requiere de un esfuerzo menor
- Se toman cada vez más riesgos
- La escritura se hace más suelta, más libre
- Se descubren los propios ritmos creativos
- Aparecen los temas sobre los que uno quiere escribir
- Emergen secretos ocultos en uno mismo y sus sombras
- Es posible completar los duelos pendientes y comenzar procesos de sanación interior
- Se experimenta una sensación de bienestar con uno mismo como escritor y se incrementa la autoestima
- Se comienzan a llenar cuadernos y cuadernos de notas con inicios, medios y finales de proyectos que uno ni siquiera sabía que quería escribir
Sí, escribir diariamente, aun cuando lo hagamos en intransitivo –como decía Barthes– y estemos convencidos de estar escribiendo sobre algo más (notas en nuestro diario, artículos para un blog, impresiones vagas de un momento del día), es un instrumento para atraer hacia nosotros algo más grande, la obra ya entramada y urdida, la que necesita de un escriba que tome dictado para hacerla, literalmente, visible y tangible a través de los signos de la escritura de modo que pueda circular en el reino de los humanos.
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