Las viudas y huérfanas son fenómenos tipográficos que se encuentran en un punto en medio de la tipografía (el texto) y su presentación (el diseño gráfico). Pertenecen al lenguaje especializado de los profesionales del libro y, entre estos, aquellos que específicamente trabajan en la industria editorial. El trabajo de editores, correctores e incluso diseñadores es perseguir las líneas viudas y huérfanas dondequiera que aparezcan en las versiones diagramadas o maquetadas, casi listas para su viaje a la imprenta.
El público general las ha llegado a conocer como una casilla que se activa en alguna pestaña de los procesadores de texto y, sin embargo, desconocen su significado o, peor aún, continuamente los confunden: ¿cuál era la viuda y cuál la huérfana?
La respuesta es bastante sencilla: la viuda es la última línea de un párrafo que se ha fugado hasta la siguiente página o columna. La huérfana, en cambio, es la primera línea de un párrafo que se ha quedado rezagada en la página o columna anterior. Recordar cuál es cuál será, siempre, un ejercicio de memoria.
Jorge de Buen añade, en su Manual de diseño editorial: “Línea viuda es el renglón corto que queda al principio de una columna, pues se dice que ‘tiene pasado, pero no tiene futuro’; huérfana es la primera línea de un párrafo que queda al final de la columna, pues se dice que ‘tiene futuro, pero no tiene pasado’” (2000: 190).
Hay quienes aplican el concepto a la escala de la palabra: una viuda sería la última sílaba de una palabra que ha quedado sola y abandonada en el renglón siguiente; mientras la huérfana es la primera sílaba de una palabra que se ha quedado perdida al final de un renglón cuando el resto de la palabra ha bajado al renglón siguiente.
Cualquiera de las dos, viudas o huérfanas, quedan aisladas, afean la página, desequilibran la composición y son una mancha en la lectura. Una hermosa página que comienza con una viuda –y para colmo de males, corta– es una página que pierde toda su belleza: comienza con una idea inconclusa, proveniente no sabemos de dónde. Salta a la vista y, si somos un lector que tan solo está hojeando para encontrar una página que nos enganche, esta nos obliga a desviar la mirada y, distraídos con tratar de averiguar de dónde proviene esa palabra o pequeña frase suelta, sin apoyo, en el aire, perdemos el interés por dejarnos enganchar por la página que nos había interesado en primer lugar.
Una línea huérfana, por igual, es un mal cierre en una página que podría haber estado completa y un inicio lejano, en otro lugar, en una página que debió haber iniciado completa... Estéticamente, una vez que nos hemos acostumbrado a identificarlas, son manchas y desequilibros. Desde el punto de vista de la lectura, son interrupciones y zancadillas. De cualquiera de las dos maneras, son errores que merecen arreglarse.
Una advertencia, si usted es un usuario de un procesador de textos o de un programa de maquetación y activa esta función automática, nunca tendrá páginas con idéntico tamaño de caja tipográfica. Con el fin de evitar las viudas y las huérfanas, el programa ajustará los párrafos de manera que un renglón nunca quede abandonado al final (huérfana) o inicio (viuda) de una página.
¿Cómo –se preguntan, muchos– se arreglan estos problemas para lograr esas ediciones bien cuidadas, impecables, que no destacan por interrumpir nuestra mirada sino por hacerla discurrir en un río equilibrado y perfectamente simétrico entre la caja tipográfica de la página izquierda y la derecha?
El truco está en el detalle y la precisión, algo para lo que los procesadores de texto no han sido programados: la manipulación de los espacios mínimos, de las distancias entre letra y letra, entre palabra y palabra. Este es un trabajo minucioso, obsesivo, de paciencia y gusto por la perfección. No siempre se hace, desde luego; solo las editoriales que conocen la diferencia entre la calidad y el comercio, y pueden dedicar el tiempo para las múltiples revisiones necesarias para esta depuración gráfica de la minucia. No hacerlo demuestra ignorancia, irresponsabilidad o premura. Hacerlo proyecta profesionalismo y compromiso con el lector, no con la facturación.
Referencias bibliográficas
De Buen, Jorge. (2000). Manual de diseño editorial. México: Santillana.
Martin, Douglas. (1989). Book Design: A Practical Introduction. New York: Van Nostrand Reinhold.
Martínez de Sousa, José. (1993). Diccionario de bibliología y ciencias afines. Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez.
Martínez de Sousa, José. (1994). Manual de edición y autoedición. Madrid: Pirámide.
(Nota: este artículo fue actualizado el 3 de febrero de 2010, para añadir las referencias bibliográficas y la definición de Jorge de Buen).
viernes, 29 de enero de 2010
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Magnífico artículo, muy bien explicado y con buenas referencias bibliográficas.
ResponderEliminarLlevo algún tiempo en la corrección de textos y me ha servido de mucha ayuda. Muchas gracias.
Excelento artículo... sólo faltó por ahí un acento en "sólo las editoriales..."
ResponderEliminarGracias, Construword. Con respecto al acento de “solo”, la RAE ya lo da como opcional desde la década de los cincuenta, lo suprimió en la ortografía de 1999 y ratificó la supresión en la ortografía de 2010. Así que la omisión fue intencional. Saludos.
ResponderEliminarGracias por compartir todo lo que sabes, Jacqueline.
ResponderEliminarSaludos desde Argentina
Gracias, Virgulilla. Si el conocimiento no se comparte, se pierde; pero cuando se ofrece libremente, se incrementa y multiplica. Recuerda que la nueva dirección del blog es: http://blognisaba.wordpress.com
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