sábado, 9 de enero de 2010

Scrivener: más allá del procesador de textos

Un procesador de texto es una máquina de escribir electrónica, con hojas de papel infinitas que aparecen automáticamente conforme vamos añadiendo renglones, con herramientas para darle formato a ese texto y para la corrección y autocorrección gramatical, buscadores de palabras, anotaciones, notas al pie y contadores de caracteres. Eso es, en síntesis, lo que un procesador de texto le ofrece a un escritor: es una interminable hoja en blanco.
Hoy día existe algo más: los verdaderos programas para escritores.
Incluyen un procesador de palabras, ciertamente, pero van más lejos: son gestores de la base de datos que va creando el escritor cuando está en un proyecto grande. Un escritor, aun cuando su proyecto sea una ficción totalmente salida de su cabeza, acumula piezas de información de todas clases: entrevistas, fotografías, páginas web, extractos de revistas y enciclopedias, referencias, ideas sueltas, pequeñas anotaciones, escenas descartadas, tramas, personajes, canciones, videos... Todo es material potencial cuando se está en ciertas fases de acopio de información y, más aún, todo debe ser fácilmente localizable cuando se está en la fase activa de escritura.
Programas como Scrivener fueron diseñados por escritores que conocen bien sus necesidades y querían algo más que un procesador de palabras. Scrivener, en particular, se divide en dos secciones: el manuscrito y el archivo. En todo momento se pueden crear carpetas, subcarpetas y documentos, dentro del mismo programa, para ir almacenando todas esas valiosas piezas de información y de escritura. En el archivador se pueden colocar, en un proceso rapidísimo e indoloro, todas las páginas web, documentos de texto, PDF y multimedia (incluidos videos y mp3) que se quieran. Tiene una interfaz gráfica intuitiva y hasta elegante: en una «pizarra de corcho» se van colocando todas las fichas de nuestros diversos hallazgos (o las polaroid, en el caso de las fotos). Y para cada documento (texto, PDF, fotografía, multimedia) existe la posibilidad de incluir anotaciones, información de referencia y otros metadatos. Y si preferimos ver la estructura de lo que estamos escribiendo, en lugar de la pizarra, basta con pasarnos al modo de «esquema» (outline) y, ¡listo! Ya podemos ver cómo se está desarrollando la estructura de nuestra obra.
Otra belleza de este programa es que está especialmente diseñado para manejar proyectos grandes: obras de 300 páginas o más. Quienes hemos tenido la desventura de manipular documentos de más de 200 páginas en un procesador de textos (mi más larga pesadilla ha tenido 450 páginas, con múltiples secciones y fotografías) sabemos lo mucho que le cuesta al procesador siquiera abrir el documento, ya no hablemos de una rápida navegación, tarea poco menos que titánica.
Con Scrivener, la navegación por el proyecto lo es todo; por lo tanto es muy fácil ir de la escena 1 del primer capítulo a la escena 45 del capítulo 80 o a la ficha del personaje. Todo depende del usuario, porque el programa no le pone barreras.
Como una ventaja adicional que quienes escribimos agradecemos, encontramos el modo de escritura en pantalla completa. No solo deja por fuera toda distracción. Además es completamente personalizable: se le puede poner el color de fondo que uno desee, y también se cambia el color de la tipografía. Así, en mi caso, trabajo sobre fondo negro con un color claro, celeste pálido o beige. Mientras que otros prefieren letras verdes o blancas sobre fondos azules. Esto lo decide el escritor. Redactar de esta manera es muy descansado para la vista, maximiza el aprovechamiento de la energía (para quienes usamos portátiles esto es una ventaja) y, sobre todo, nos imbuye en nuestro trabajo como solo un escritor puede desearlo. El Scrivener incluso añade un valor adicional al modo de pantalla completa: tiene herramientas que permiten colocar a la vista una fotografía, ya sea con un fondo semitransparente o activando una paleta de anotaciones y otros recursos. Si uno está describiendo una escena en una locación o a un personaje, sin duda querrá tener a la vista el paraje del que se ha inspirado.
Ya en el lado del formato, el programa trae plantillas preestablecidas para guiones, novelas, cuentos; herramientas de formato de texto; anotaciones y pies de página que son reconocidos por cualquier procesador de texto que importe documentos en RTF y la posibilidad de incluir imágenes dentro de los archivos de texto. Tiene opciones de autoalmacenamiento cada tres minutos e incluso funciones adicionales, como el snapshot: la posibilidad de guardar versiones completas del proyecto antes de hacer cambios monumentales. Así, el escritor puede regresar cuando quiera a una versión anterior (sin arruinar) de su manuscrito.
Scrivener es uno de los programas más versátiles que un escritor puede desear (y a una fracción del precio de un procesador de textos como Microsoft Word), pero no es el único (aunque sí es mi favorito). Si bien este en particular solo existe para Macintosh, los usuarios de Macintosh y Windows pueden encontrar una gran diversidad de alternativas en el mercado. Cada una tiene alguna función en particular que los demás no tienen o manejan de forma distinta. Cada escritor deberá elegir, según su manera de escribir, su presupuesto y su plataforma, cuál puede ser el más adecuado.

Para conocer otras alternativas: hay listas comentadas de programas para Mac y Windows en las siguientes direcciones: http://www.literatureandlatte.com/links.html y http://www.writers-publish.com/book-writing-software.html. Algunos programas de mucha reputación son el Ulysses, el Storyist y el StoryMill (este último tiene versiones para Mac y PC).

4 comentarios:

  1. Tras algunos meses de pruebas, ahorros, e investigación en foros de todo tipo, puedo decir que tengo mi "workflow" perfecto: Sente para bibliografía, Devonthink Pro para administrar la información, y Scrivener para la preparación de los proyectos. Falta un poco para que los desarrolladores de estos tres maravillosos programas permitan una interacción elegante, pero con un par de scripts disponibles en la red es posible hacerlos interactuar de manera bastante eficiente. No sé si has dedicado una entrada a Devonthing, pero te lo recomiendo. Saludos de un humilde aspirante al "paperless scriptorium".

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  2. Bienvenido al blog, David. Muchas gracias por compartir tu "workflow" que, en este momento, coincide exactamente con el mío. También comenté Sente y Devonthink en este blog y, de mi parte, mientras más uso estos programas, más los amo. Me encantaría que nos pases la dirección de esos scripts.

    http://blognisaba.blogspot.com/2010/02/devonthink-una-herramienta-para-la.html

    http://blognisaba.blogspot.com/2010/01/como-escribir-para-la-academia-sin.html

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  3. Scrivener ya está disponible para Linux, todavía en versión beta. El instalador se puede obtener en la página de Scrivener para Windows.

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