Iniciar un párrafo con «por lo anterior» es uno de los pecados capitales de redacción. Debería ser condenado con pena de tachado inminente, sin derecho a apelación. Es una expresión vaga, difusa, sin asidero; más todavía cuando nos regodeamos en la certeza ilusoria de suponer que el lector coincide plenamente en su interpretación del objeto, conclusión o razonamiento al que, en la cúspide de la inspiración, le estamos denominando «lo anterior».
¿Y qué es «lo anterior»? ¿Qué es «todo»? Se pregunta uno cuando lee... Hay que retroceder, releer (a veces varios párrafos, varias páginas), solo para descubrir que no sabemos qué de todo lo dicho es eso «anterior» tan contundente, tan claro y tan maravillosamente evidente que, si yo (lector) «he leído con atención» no debería haber pasado por alto (según el autor, claro).
¿Y es realmente «por»? Al emplear «por lo anterior» estamos también creando una relación lógica entre dos componentes: un evento ocurre y tiene consecuencias, están íntimamente ligados por una relación de causa y consecuencia; o bien, de antecedente y sucedente. Es vital que esta relación de correspondencia exista antes de insertar un «por lo anterior» que, de otra manera, no pasaría de ser un latiguillo desafortunado.
Sin duda los lugares en donde encontraremos más este tipo de expresión será la escritura técnica, el ensayo, la narrativa… Rara vez se colará en la literatura, la ficción, la poesía; y, si lo hace, más vale que sea con una maestría tal, que se haga algo inusitado con esa intromisión.
En las obras académicas didácticas, este es un vicio de especial frecuencia, por la naturaleza misma de los textos: obras expositivas, muchas de ellas autoexplicativas, cuyo principal propósito es enseñar a quien está ahí para aprender. Y es ahí en donde los cuidados de la redacción deben redoblarse. El estudiante necesita textos claros, bien construidos, en donde no quede lugar para la ambigüedad y la duda como resultado de la mala exposición. Expresiones como «por lo anterior» solo contribuyen a crear ideas difusas, sin la necesaria definición para ayudarle al lector a recrear una imagen clara, vívida y precisa de cuanto está procurando aprehender.
¿Cómo se corrige?
Sin duda no todos los «por lo anterior» son condenables a priori(aunque, por lo general, casi todos los que inician un párrafo). Para tomar la decisión de mantenerlos o tacharlos, conviene interrogar tanto al texto como al autor. Al texto para comprobar si se sostiene solo. Le hacemos la pregunta: «¿qué es lo anterior?». Si el texto responde (es decir, si no nos perdemos cuando tratamos de encontrar la respuesta y está ahí, muy clara y evidente), el resto sería solamente ver que no sea disonante y esté en su sitio justo, con la ortografía o sintaxis respectiva.
Pero si el texto no puede responder, hay que trasladarle la pregunta al autor. Se le debe mirar a los ojos y pedirle que, por favor, responda en una frase o en una palabra qué es «lo anterior». Si no puede hacerlo o nos dice algo como «todo lo que se acaba de decir, ¿no lo ve?», tendremos ambos (autor y corrector) la prueba contundente de que el problema no es la redacción, sino una construcción todavía borrosa, sin claridad, incomunicable porque el propio razonamiento que la sustenta necesita refinamiento. Es equivalente a la prueba del que sabe: si puedo explicar algo, es porque lo sé; si me pierdo en la explicación, todavía no lo sé. Así pues, antes de reescribir, habrá que enviar al autor a casa a rediseñar con mayor precisión ya no sus palabras, sino su obra.
sábado, 10 de abril de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario