sábado, 22 de mayo de 2010

¿Qué es un manual de estilo editorial?

Aunque no lo parezca a simple vista, la delimitación del concepto de manual de estilo tiene consecuencias decisivas porque determinará qué temas cubrirá el manual y cuál será su tratamiento.

¿Qué es un manual?

La primera zona de confusión proviene del enunciado en sí: tanto el vocablo manual como el vocablo estilo son capaces de acoger variados significados y productos relativamente distintos entre sí. Cuando pienso en manual, como sustantivo, siempre evoco un documento que sirve como guía paso a paso para hacer algo. Pero según el DRAE, también designa un ‘libro en que se compendia lo más sustancial de una materia’. Más curiosa es esta otra acepción: ‘libro que contiene los ritos con que deben administrarse los sacramentos’; en otras palabras, un compendio de lineamientos para garantizar la eficacia del producto final (misa) al lograr que siempre se celebren, de la misma manera y en el mismo orden, una cierta secuencia de acciones (ritos).

¿Qué es estilo?

El caso de estilo es, a mi juicio, más delicado. En su significado más remoto, es el ‘punzón con el cual escribían los antiguos en tablas enceradas’. Pero el vocablo ha ido ampliando su sombrilla para acoger desde aspectos de expresión propios de un escritor o artista, hasta las tendencias artísticas de una época o las preferencias por la moda.

Así, cuando pensamos en un manual de estilo, ¿qué nos imaginamos que va ahí? ¿Acaso normas para la expresión y la comunicación escrita? ¿O estamos hablando acaso de la expresión formal de la escritura, como lo son la ortotipografía y la composición tipográfica?

Fronteras conceptuales difusas

Tal es la confusión epistemológica que puede derivarse de un enunciado tan vago como “manual de estilo” que lleva a José Martínez de Sousa a complejos argumentos taxonómicos en un intento por delimitar las distintas clases de manuales que ha conocido. Como resultado, define tres tipos de “manuales”: a) códigos tipográficos (normas de composición tipográfica), b) libros de estilo se emplean en medios de comunicación (periódicos, agencias de prensa, emisoras de radio y televisión) y c) manuales de estilo (normativa utilizada por editoriales propiamente dichas, así como sociedades y asociaciones científicas y técnicas (2007: 46 y ss.).

Tal vez sobra decir que una delimitación epistemológica basada en la diferencia entre “código”, “libro” y “manual” es poco menos que difusa, puesto que se está empleando el criterio de la forma externa o modo de entrega que adopta la publicación, sin atención de los contenidos del producto final. Pero ¿hoy día, con tantas posibilidades para la entrega del “manual”, como son las bases de datos, los sitios web y wikis, no valdría la pena buscar una denominación más atinente?

Propuesta de conciliación

Ante estas confusiones terminológica, para mí fue un hallazgo encontrar la obra de Judith A. Tarutz (1992), quien señala que los manuales de estilo también se denominan guías de estilo o estándares de publicación de la casa editorial (nombre que me parece, por demás, adecuado). No incluyen aspectos propios de la redacción; estos los cubren otro tipo de manuales, tales como el célebre The Elements of Style de William Strunk, Jr. y E. B. White. En otras palabras, no están diseñados para enseñar a escribir (estilo del autor), sino para normar las preferencias de la casa editorial, con el fin de unificar su producción.

Propósito de los estándares de publicación

Según la visión de Tarutz, muy sintética, pragmática y al grano, los estándares de publicación cumplen tres funciones primordiales:

  1. Señalar cuál es el estilo preferido cuando hay más de un criterio correcto, tal como la normativa bibliográfica o la alfabetización de un índice.
  2. Normar estilos y dictar lineamientos para tópicos muy técnicos, tales como la manera de desplegar fórmulas, compuestos químicos o comandos de computadora.
  3. Excepciones a las reglas generales con el fin de adaptar el manual a las necesidades particulares de la casa editorial.

El resultado de estos lineamientos será un grado de normalización que garantice la salida de productos con una imagen o marca bien definida. Los lectores, ya familiarizados con la bondades de la marca, sabrán siempre qué esperar, comprarán (o no) otros libros basados en su experiencia previa con las obras de esa editorial. Como valor añadido, ya conocidas las características de los libros de tal colección o casa, podrán imbuirse en su lectura sin complicaciones. Este último factor resulta de especial utilidad en obras de edición técnica (como todos los manuales de una gran compañía) y en edición académica, como pueden ser las líneas de obras didácticas. El estudiante, ya familiarizado con la manera en que una editorial dispone los elementos del texto, sabrá siempre utilizar su libro, además de simplemente leerlo, con una curva de aprendizaje sustancialmente menor que si cada vez que abre un libro de la misma colección tuviera que aprender las nuevas reglas de disposición del texto y entrega de la información.

Alcances y extensión

En síntesis, manual de estilo editorial es el nombre común y generalizado que se le da a los estándares de publicación de la casa editora. Se caracteriza por evadir todo tipo de argumentación (a pesar de que todas las decisiones están deben estar fundamentadas en investigación previa por parte del encargado o encargados de su redacción) y por centrarse en dar la norma. No debe ir más allá.

Sus alcances, los temas que cubra y la profundidad con que los trate dependerán de varios factores nada epistemológicos, sino muy prácticos: necesidades editoriales, tema de especialización de la editorial, características de su mercado y colaboradores y, desde luego, presupuesto.

No todas las casas editoras necesitan (por el tipo de libros que publican) o tienen los recursos suficientes para escribir manuales como el Chicago Manual of Style (956 pp.) o el Manual de estilo de la lengua española de José Martínez de Sousa (752 pp.). De hecho, la mayoría de manuales de las casas editoras se reducen a un compendio de lineamientos que pueden abarcar desde 30 hasta 150 páginas, o cualquier cifra intermedia (aunque los hay de tamaño superior, según las necesidades de la propia casa).

Además, los manuales se desarrollan, repiensan y crecen con el paso de los años. De ahí que no sea extraño que el manual de Chicago, originalmente un puñado de lineamientos para la imprenta, haya alcanzado casi las mil páginas en su décimoquinta edición, tras más de un siglo de publicación.

Por lo tanto, antes de lanzarse a elaborar sus propios estándares de publicación, siempre caben las preguntas: ¿qué se necesita estandarizar, para uso de quién y en qué plazo?

3 comentarios:

  1. ¡Me encanta tu blog! En cuanto pueda dejo más comentarios. Saludos desde Rosario, Santa Fe - Argentina.

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  2. Gracias, Leandro. Para que revises las entradas más recientes (desde enero del 2011), ingresa en la nueva dirección de Nisaba: http://blognisaba.wordpress.com

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  3. Como a Leandro, me encanta tu blog. ¡Muchas gracias! Es riguroso, ameno y profundo. Un abrazo desde Montevideo.

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